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PARANOIA

Una paranoia colectiva se apoderaba del mundo. El terror de lo peor, un imaginario paredón de fusilamiento global se esparcía. Los ADN de la especie prendían sus alarmas ante el recuerdo de las grandes pandemias, las pestes que cada 100 años cercenan las sobre-poblaciones. Las imágenes de máscaras, los rostros repletos de terror y el grito general cual lienzo de Munch asustaba.

Buenaventura Sánchez Valverde agonizaba. Su adicción al celular, su desmedida necesidad de sobre información acerca del temible Covid-19 lo paralizaba. No valía su conocimiento de las estadísticas. El cacareado 3%, el riesgo real para poblaciones que él no pertenecía. El tema fundamental para que países de primer mundo como Italia lleguen a paralizar prácticamente el país, declarasen un estado de sitio y cerrar todo, incluyendo aeropuertos y puertos. El entendía que era un tema de tempo, que resultaba imposible para cualquier nación -ante un virus tan contagioso-  tener hospitales y camas para ese por ciento vulnerable que requiere de cuidados intensivos y generar una crisis de salud global. La peste asolaba a Buenaventura Sánchez Valverde  -como si la peste del politburó marxista gobernante no fuera suficiente pensaba-  la sombra de la muerte lo acosaba. El terror, la desolación total.

Buenaventura Sánchez Valverde victima de paranoia. De un trastorno psicótico caracterizado por ideas delirantes, fruto de su narcisismo, de sus acumuladas frustraciones, de su dictador mecanismo de proyección se moría en la víspera. Construyó un bunker en su guarida de Monte Plata. Fue al super y hizo una compra de 300 mil pesos en comida enlatada, cajas de Lysol, cajas de Bay Rum, galones de agua, de leche. En total un camión entero lleno y atesto el bunker de cuchumil productos que solo dejaban espacio a su cama, a su locura con su celular, a su idea fija y monotemática: Coronavirus.

El silencio martillaba su alma triste, su fragilidad lacerada en el climax de su locura mental. Desayunaba con melancolía y sabor a tragedia, sin ánimo cual moribundo inapetente. Buenaventura miró el techo, recordó a su poder superior y se hincó. Imploró su presencia, recordó viejas herramientas y le entregó su vida y voluntad. Soltó el celular y los chats repletos de inmisericordes informaciones -como bombas lacrimógenas- con el fuñio tema. Yo soy un sobreviviente carajo masculló. He vivido dos vidas en una coño. Se remeneo y se puso ropa, decidió salir a dar un paseo. El día estaba precioso, un amanecer brillante y el olor de la naturaleza lo excitaba. En un arrebato de cordura se  fue caminando a la ciudad. Repetía con un manto de imaginación desde Shangri- La los versos de Santa Teresa de Jesús: Nada te turbe, nada te espante, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta.

Llegó Buenaventura Sánchez Valverde sudoroso y alegre a la ciudad, con sentimientos de alta estima y seguridad. Dispuesto, con la plena aceptación que no tenia el control de nada de esto tomó medidas que estaban en su control de higiene y demás. Se reincorporó a sus actividades un día a la vez. Con calma, buena malicia y fe. Buena voluntad suspiraba, abrazando el presente decía adiós a la locura y la terquedad. Como el cojo vociferaba -que sea lo que dios quiera- mientras viviré. Todo pasa, hasta está vaina. Confirmado el prejuicio convertido en convicción. Ser original es ir al origen. Quizás esto promueva una reflexión de la especie, la búsqueda de los anhelados y necesarios valores contemporáneos para los esperados cambios de esta nueva era. Ahh el mundo gira…gira repetía junto al Morocho del Abasto. Sentía en su alma un coro nacional a su querida Tatica con un ruega por nosotros. Las fibras poderosas de su luz por toda la geografía; por todo el maquillaje de los fundamentos económicos.

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