EL GOZO DE LA CUESTA
"Los dioses nos mandan las tragedias para poder contarlas."
Homero
Planteó Albert Camus que uno debe imaginar a Sísifo feliz; decía: "la lucha de sí mismo hacia las alturas es suficiente para llevar el corazón del hombre."
No hay logro sin sacrificio, no hay crecimiento sin dolor… en el desierto del momento cuando el esfuerzo y el ruido del trajinar del aquí y ahora conspiran, cuando la voz susurrona de Mr. Hide que aminora a Dr. Jekill, invade el alma y vocifera: ¡abandona!, no vale la pena, es igual… total para qué… En ese momento culminante, donde la duda corroe, donde nos llegan las palabras de Hamlet: ser o no ser; donde nos conectamos con Adán y Eva y emerge la lucha entre la caída o el cielo; la comodidad de la conformidad terrenal que construye ese banco parsimonioso del descanso, el viendo pasar de Campoamor, o la victoria del alma, el espíritu indomable de la semejanza con los dioses… El culto a la belleza de la realización, la consumación del objetivo, el poder majestuoso de armonizar en el alma con las huestes portentosas del poder superior, subir más allá del dolor y el proceso empujados por el universo, por esas fuerzas cósmicas que separan el triunfo de la especie de la resignación de una vida pasajera y desprovista de hazañas… Cómo conectar con esta fuente primaria… cómo no desmayar en su búsqueda permanente ante tantos ensayos y errores, como nos invitaba Sir Karl Popper… ¿será en el portentoso escenario del aquí y ahora?… en la búsqueda interior del chip diocesano que nos conecta, nos provee de la sustancia cósmica que nos empuja a los espacios, al frío encantador de las montañas… La infinita bóveda de Saint Exupery y su bendita invitación a buscar nuestra estrella… Sin gozo no hay viaje… sin conocimiento de mis limitaciones no hay entendimiento del propósito…