En medio de la violencia, un Babel de egos fortificados destruyen la posibilidad del diálogo y el anhelado consenso global posible. El odio destierra el amor. La oscuridad impera, apocando la luz. Crisis y colapsos. La guerra y la paz, que ya es un vivir o morir. Tucídides con su trampa, que marcaría el final de la ilusión de los humanos a cargo del planeta. Soledad con desolación. La nada como vastedad reflexiva, para rememorar que fuimos dioses terrenales que sucumbimos a nuestras propias miserias y egocéntricos deseos destructivos.
Encrucijada. Los finales. El apocalipsis. Polvo y sombra de una grandeza autodestruida. Sueños con delirios de un pensarse imaginado. Teatro que se apaga. Sus frutos imaginados, hoy máquinas evolutivas para suplantarnos y apagar el switch. Somos nuestros propios verdugos y sepultureros. Quedará como éter la memoria. Lo que fuimos y pudimos ser. La nada por sobre la abundancia y la escasez. La ausencia como soledad abrumadora, por sobre tener y pertenecer. Todo o nada. Ganar o perder.
Vuelve y vuelve la enseñanza a estos tristes malos alumnos. Se repite la historia. Nuestra verdadera mayor grandeza, es el progreso constante para la vocación autodestructiva. Ser o no ser. Nos llegó la hora. Un Karma de excesos desbocados pasan factura. Pinches y, manchas como hoyos infernales caracterizan este pequeño planeta de esta determinada galaxia. Inteligencia material o espiritual. Perecer o trascender. Como tierra baldía el eterno Gatopardismo; cambiar todo para que todo siga igual. Con aroma a final. Tierra chamuscada. Caricaturas de polvo y sombra, en una miserable destrucción total. Pasaron los Dinosaurios. Pasará Homo Sapiens, como chusco de Big Bang pretencioso. Una laboriosa y silenciosa comunidad global de Abejas reinará e imperará en el planeta tierra, por los siglos de los siglos.