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CARPE DIEM

Muchos siglos después, Anselmo Paulino Roncones recitaba las odas del poeta latino Quinto Horacio Flaco. Así como volvían de moda los imperios en vez de repúblicas, tal cual los tiempos de Horacio. Nuestros tiempos hacían de la frase carpe diem, un santuario inmarcesible al hedonismo. El gozo como categoría máxima al propósito de vivir. De alguna manera Anselmo Paulino Roncones volvía, como el cántaro a la fuente, a reencontrarse con la gran triada de los poetas latinos: Virgilio, Horacio y Ovidio.

Recordaba Anselmo Paulino Roncones la frase carpe diem, cuyo espíritu se encuentra en el libro primero de la obra Odas o Carmina específicamente en la Oda 11, donde el gran poeta lírico y reflexivo Horacio aconseja a Leucónoe a aprovechar el día, ya que la vida es corta y el futuro incierto. Hoy, pensaba Anselmo Paulino Roncones, se asocia el concepto carpe diem más con el deleite y el gozo como razón de existir. El hedonismo como fin último en toda una estructura de persuasión política, una industria de los tiempos con elementos como coach o gurú. Nada más ajeno al espíritu de Horacio. La promoción de buscar aprovechar el día, de aceptar que no tenemos control ni conocimiento del futuro. Por tanto de hacer, dar, construir con el sentido de la búsqueda de la trascendencia desde los propósitos en el presente como norte y guía. El gran poeta Horacio provocaba un matiz espiritual. Una consonancia rítmica en las obras del día con los planes maestros de los dioses, aún inciertos para nuestra limitada condición humana. Pero que vibran en nuestra conciencia diosesana.

Vale recordar que Horacio es previo al cristianismo. Su carrera coincidió con el trascendente cambio de Roma de república a imperio. Amigo del gran Mecenas, mano de derecha de Octavio en asuntos civiles. Horacio se convirtió en portavoz del nuevo régimen. En esas áridas tierras del poder absoluto del cesarismo, Horacio fue un maestro elegante del equilibrismo. Lograba hasta volcar sus más precisas opiniones con elegancia y fina prosa. Fue pues el primer autobiógrafo del mundo. En sus escritos cuenta mucho sobre si mismo, su carácter, su desarrollo y forma de vida.

Anselmo Paulino Roncones pensaba en Roma, en Horacio el influyente poeta romano de la época de Augusto. Pensaba, a propósito de carpe diem, en su Caribe frontera imperial y su media isla. Entre barcos de guerra por todo el Caribe. La eterna zozobra del vecino estado fallido, como ecos de barbarie donde nada cambia. La siempre desgracia de los segundos mandatos presidenciales en estas tierras tropicales. De lo macro a lo micro. De la geopolítica mundial al acontecer del patio. Los escándalos del nuevo formato de impunidad jurídica tropical de delaciones, para que como Gatopardo todo siga igual. Anselmo Paulino Roncones pensaba ahora en el nuevo caso de SeNaSa. 28,000 melones hablan. Vacilaba desde su mente haciendo un símil Anselmo, del festín de Educación ahora con la Salud. La eterna presente montonera maldita susurraba Anselmo Paulino Roncones, no vale ni que sean alumnos del método de San Ignacio de Loyola ante este inclemente clima y su poderosa Hamaca.

Anselmo Paulino Roncones pensaba en nuestro Jefe de Estado. Nuestro mandatario con raíces en el Levante, y sus 1,071 días que le quedan en el poder. Aproveche el día señor Presidente, susurraba Anselmo telepáticamente. Ya que el gobierno es corto y el futuro es incierto. Mande a la mierda a su PRD o PRM, son una especie o raza. Destituya. Quite y ponga. Meta preso y desconsidere. Decida hoy ya ser celoso de su legado histórico y su nombre para la posteridad. Tomé las decisiones qué como estadista deba tomar. Al carajo las encuesta y los encuestadores. Usted mismo proclamó no va más. Que le importe un bledo el barómetro político del presente. Tome ya el toro por los cuernos. Estos pachecones y este relajo nacional instaurado requiere de firmeza. La situación mundial necesita de un Capitán firme en el timón de la nave. Nadie es su amigo ahora mismo. Usted está solo, y solo debe tomar las decisiones. Acabe con este dispendio y francachela. Hoy estamos a tiempo de aprovechar nuestro presente. El porvenir y las letras doradas de la historia será su gloria. Su parnaso tricolor vibrará de sus ejecutorias para siempre en los ecos de su eternidad.

ODA 11 por: Horacio (Odas; libro primero)

Tú, Leucónoe, no busques (es un crimen saberlo) el fin que los dioses nos han dado a mí y a ti, ni intentes las cifras babilónicas. ¡Cuánto mejor es soportar lo que sea! Ya sea que Júpiter haya asignado muchos inviernos o uno definitivo, que ahora debilita el mar Tirreno con piedras: sé prudente, que filtres el vino y que contengas la larga esperanza por un breve tiempo. Mientras hablamos, el tiempo envidioso habrá huido: aprovecha el día, confiando lo menos posible en el siguiente.

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