No es él el que me lleva…
Es mi vida que en su vida palpita.
Es la llamada tibia de mi alma
que se ha ido a cantar entre sus rimas.
Es la inquietud de viaje de mi espíritu
que ha encontrado en su rumbo eterna vía.
(…)
Él y yo somos uno.
Uno mismo y por siempre en las heridas.
Uno mismo y por siempre en la conciencia.
Uno mismo y por siempre en la alegría".
Julia de Burgos
Sir Karl Popper, magistral filósofo, destacado observador y critico de la sociedad del siglo XX, nos legó un positivismo profundo de que cada día el mundo es mejor. Su legado intelectual prolífero y valiente con la democracia, la sociedad abierta, como buques insignes del progreso, nos plantean la impostergable tarea humana de poner al servicio de las mayorías todo el progreso tecnológico e industrial de la ciencia; asume con hermoso riesgo, que el libre albedrío, como condición sine qua non, alienta el espíritu humano a la búsqueda desenfrenada del bienestar y la felicidad.
Sobre la felicidad, dice el valeroso Dalai Lama, que es la meta primordial como posición antagónica al sufrimiento; es, pues, evitar el sufrimiento la gran tarea en este transitar misterioso y mágico de la vida.
Hermann Hesse, imbuido del cáliz espiritual y glamoroso del budismo oriental, nos plantea, en su hermoso SIDHARTA, la necesidad imperiosa de vivir, vivir intensamente, con tropiezos, caídas, dolores, soledad, amarguras, penas, alegrías, aciertos, pero, sobre todo, con autoconocimiento. Hombre, conócete a ti mismo, es, pues, la autocrítica, el deseo insaciable de mejorar la capacidad titánica de brindar un producto mejor, el ver reflejado en sí mismo todas las manifestaciones humanas.
Sentenciar con Terencio aquello de que Nada humano me es ajeno. Es factible que un ente, una sociedad, un conglomerado, un país, no podemos cambiar el mundo; pero si cada quien, uno a uno, asume su rol, su karma existencial, su misión microcósmica, quién sabe, los cambios que se podrían manifestar…