Una densa e inusual neblina poblaba la ciudad. El cambio climático se enseñoreaba en la Hispaniola. Tras levantarse y situarse frente al espejo de su baño, Jacques le Bon divisaba la neblina desde el ventanal de su baño. Se cepillaba los dientes y recordaba el pasado viernes. Aquél fatídico día unas lluvias intensas por tres horas inundaron la ciudad. Con la excepción de la Ciudad de Ovando y sus centenarias alcantarillas, casi todo el gran Santo Domingo se inundó. Junto a la intensidad de las aguas, el drama al desnudo de nuestra falta de planificación. La basura nadaba con toda la suciedad de nuestra cultura cívica y la pobre cortedad de miras de nuestros desarrolladores de las últimas décadas. El innegable desarrollo humedecía con la falta de previsión y escasez en los detalles. Las consecuencias ante la perdida de valiosas vidas humanas. Desastres con inundaciones de grandes recursos económicos en vehículos de motor, ajuares de hogares y derribo de estructuras eran inmensas.
Luego de una buena ducha. Colonia Jean Marie Farina de Roger Gallet y una fuerte dosis de motivación para los trópicos, Jacques le Bon desayunaba prensa en mano. Como un scanner cerebral Jacques divisaba las noticias: las elecciones legislativas norteamericanas eran un freno en el derrotero de la suerte del vecino Haití. Parecería se negocia con las bandas y/o posibles incursiones de mercenarios. Aparentemente se liberó la terminal Verreaux. Justo con las sanciones gringas al presidente del senado haitiano y otros senadores. Y las sanciones de la ONU a los jefes de bandas. La dificultad de salir por mar de los haitianos, con la vigilancia del comando Sur, junto a la conocida porosidad de nuestra frontera le producía un nudo en la garganta de Jacques le Bon. Proseguía con la prensa: Zelenski dispuesto negociar con Rusia. Bendito sea el señor suspiraba Jacques. Catástrofes climáticas. Si se reelige pierde. Si no va también, dice un Roque en el Listín ante un ejercicio presidencial de pura administración de crisis y suerte perredeista. La barcaza en Azua. El olvido final de Odebrecht y su Punta Catalina. Las amenazas al ministro de educación y la pandemia del maldito despilfarro como "negocio" del 4%. Politizado el necesario censo. Politizada la seguridad social con la desbandada de un tal Senén. La lucha anti-corrupción en una especie de olvido. Todo era política en RD desde el triunfo de los filorios trinitarios, junto al exuberante matiz de nuestro primer presidente Tomás Bobadilla y Briones, hombre de estado servidor de nuestros invasores haitianos.
Jacques le Bon se sacudía la cabeza al concluir la lectura de la prensa. Sin sentido de identidad como especie. Escasez de principios y valores comunes en todo el mundo producían sentimientos disruptivos. Atomizada estaba la humanidad como sociedad líquida sopesaba Jacques. Pero era miércoles 9 de Noviembre. Jacques le Bon tenía taquillas para el último concierto de la temporada sinfónica 2022. El Messa Da Réquiem de Giuseppe Verdi le aguardaba para la noche con la bendición de los dioses. Parecería un plato fuerte, con el sublime escenario del Teatro Nacional del arquitecto Carbonell. Messa da Réquiem. Bajo la batuta de Molina. Un grupo Coral de más de 100 personas junto a la Orquesta Sinfónica Nacional engalanarán el escenario. Nathalie Peña-Comas Soprano, Glenmer Pérez Mezzosoprano, Gregory Kunde Tenor y Morris Robinson Bajo deleitarán los sentidos junto a la agradable acústica del edificio (Construcción con los criterios de aquellos tiempos). Suspiraba Jacques le Bon con el recuerdo de esta composición del gran Giuseppe Verdi. La misma era una oda musical fúnebre en honor a su compatriota Alessandro Manzoni. Quien como Verdi, estaba comprometido con la unidad de la Italia de aquellos tiempos. Unidad tan necesaria en estos aciagos momentos de la humanidad balbuceaba Jacques le Bon. Clamaba junto a los deseos de que esta fiesta musical sea el entierro de la desunión; la posibilidad de resurgir la unidad planetaria con espiritualidad colectiva de un nuevo porvenir. Dales el descanso eterno, Señor. Paz, unidad y progreso pedía Jacques le Bon urbi et orbi.