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DINASTÍA MING 2.0

Imparable vociferaba el Mandarín Xi, desde la histórica plaza de Tiananmen. En traje de gala, a la usanza de Mao, el Presidente chino Xi Jinping afirmó: El pueblo chino realizó una gran contribución para salvar la civilización y defender la paz mundial. Al inaugurar el desfile por el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. De negro, embestido de un aura profunda de poder, prosiguió el Mandarín Xi: Solo cuando los países se tratan como iguales y viven en armonía se puede salvaguardar la seguridad común, eliminar las causas de la guerra y evitar que se repitan las tragedias de la historia. Hoy la humanidad se enfrenta de nuevo a elecciones, la paz o la guerra, el diálogo o la confrontación, la cooperación de beneficio mutuo o los juegos de suma cero. El gran rejuvenecimiento de la nación china es imparable, y la noble causa de la paz y el desarrollo de la humanidad triunfará sin duda. El líder chino pasó revista a las tropas del Ejército Popular de Liberación, franqueado por el Zar Putin y el inefable Kim Jong.

La hipocresía china contrastaba con la estupidez Occidental. Dominio y poder se respiraban por todos los rincones de la aldea global. Con una sensación eterna de terror desde la pandemia, Jacques le Bon desayunaba y leía la prensa. Unos huevos rotos en acompañe de finas lonjas de lomo embuchado de León, y una rodaja de pan integral Lumijor eran caricias para el alma. Un contrapeso al agobiante calor infernal, y al escalofriante panorama geopolítico mundial. Aquí en el patio la negociación de "devolver" 2,000 en vez de los 10,000 melones y sin cárcel, al rastrero de los contadores de luz era una burla. Un sálvese quien pueda en medio de nuevos malditos apagones y, la reeditada eterna crisis energética de la República Dominicana.

Volvía Jacques le Bon a las imágenes del Mandarín Xi vestido implacablemente de negro imperial. Apesadumbrado, en una crisis de pensamientos negativos Jacques proyectaba por toda su mente la película veloz de la invasión china en RD. Tras el establecimiento de relaciones diplomáticas, la expansión de La Ruta de la Seda, como herramienta de dominación global era galopante y violentamente rápida. El déficit comercial rozaba los USD 6,000 millones. La proliferación de comercios chinos por toda la geografía nacional era geométrica.

Mafias, dumping. Colocación de excedentes productivos. Redirección de embarques ante la guerra arancelaria. Prácticas comerciales desleales y oscuras. Contubernio desde el inicio de la Gran Puerta de Entrada, hasta la operatividad. La expansión imperial china mundial era una verdad del tamaño de la Gran Muralla. Control del consumo mundial. La hegemonía total en la producción de la mayoría de los productos del día a día mundial. La deshonestidad y el tigueraje asiático, en el ADN cultural de la nueva Dinastía Ming. Un partido único, como corte imperial con sed insaciable de dominio universal. No importan las perdidas para la corte del Politburó. La visión del capitalismo dominada por un Mandarín y sus ministros. En contraste de Occidente por el gran capital y sus empresas. Las quiebras inmobiliarias. El desarrollo de la industria automotriz eléctrica, exportando hasta por debajo del costo para invadir mercados y derribar la competencia. Repicando a todas las industrias. Incluyendo ya la tecnológica con su inteligencia artificial, y la aeroespacial.

Comesolos, a la usanza de la otrora peste púrpura peledeista. Los chinos se vengan de Occidente del siglo de humillación. Epidemia de Fentanilo, peor que los tiempos de la Guerra del Opio, con un ejercito de zombies occidentales de sus viejos obreros y descendientes. Ganan terreno con cada error de Occidente por la lucha del poder en el tablero geopolítico mundial. Forzar un nuevo Orden Mundial tripolar. Con dominio económico en un nuevo centro de gravitación del poder en Asia. El viejo imperio invencible de la Post Guerra pintando muros de negro. Risibles cumbres en Alaska para nada, ante la risa de burla del Zar Vladimir. Desplazando grandes buques de guerra para hundir pequeñas lanchas. Buscando fuera, cuando la solución al consumo y la adicción está dentro. Cientos de miles de millones en aranceles que buscan contener. Hambre para mañana, ilusión de maquillaje que contrasta lo verdadero y la cuestión. Socavando el poderío de la gran industria de servicios tecnológica norteamericana. Restando legitimidad a los grandes centros de pensamiento como las universidades Ivy, que son el gran baluarte de la vieja hegemonía imperial norteamericana junto al Dólar.

Jacques le Bon sentía el fuerte olor de dominio de tantos jarrones de la Dinastía Ming 2.0, diseminados por todos los barrios. Por todas las grandes arterias comerciales. Por todas las ciudades y pueblos de toda la geografía nacional. Jarrones Ming en versión Plaza China. Con todo el poder del politburó. Con su plan quinquenal. Con su cultura y costumbres. Fomentando lo ilícito. Con aroma a juego y barrio chino. Con el contubernio de la eterna montonera nacional, que se engrasa en esta gigantesca maquinaria de La Ruta de La Seda, desde Beijing hasta los más recónditos confines del globo terráqueo. El capitalismo del gran Adam Smith pierde vigor junto a su libertad y su fascinante libre albedrío posible. Está versión autoritaria del comunismo chino Dinastía Ming 2.0 y los Zar Putin ganan terreno. El viejo fantasma de Orwell del big brother en formato chino recorre el mundo, con su látigo inminente de dominación imperial. Tanto progreso post Bretton Woods y lo virtuoso de la Globalización tras el fin de la Guerra Fría. La insatisfacción general, y nuestra propia insaciable codicia sistémica nos nubla. La propia ruptura de Occidente del derecho internacional. Lloraremos lágrimas de sangre, ante estos despiadados nuevos amos orientales susurraba Jacques le Bon. Para colmo de males, hoy ni siquiera tenemos un buen restaurante chino en la ciudad. En los tiempos de Hong Kong y Taiwán, por los menos teníamos el Palacio de Jade en el Embajador.

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