En la cúspide de la gloria. En el olímpico abarrotado de una muchedumbre enardecida que soñaba junto al campeón de la bolita del mundo. Jack Veneno, la contraparte del Dr. Balaguer en el negocio de la lucha, era el amo supremo del ring del espectáculo nacional. Ávido con el pecho hinchado, acariciaba el lienzo tricolor con sus manos sudorosas ante la bruma y el vítor de las masas. Era el día, llegaría Ric Flair en su flamante avión privado y a Jack le llegaría la nombradía continental. El hijo de doña Tatica mascullaba el sabor de la fama y buen nombre más allá de los confines del Eugenio María de Hostos y la Feria.
Dante Rubirosa González llegó temprano. Aún tenia chófer en casa decidió irse con unos amigos en carro público. El, junto a un reducido grupo eran antagónicos a las mayorías. Se identificaban con los rudos, los oveja negra que enfrentaban al sistema. Le ponían cara, por lo menos en apariencias, al dueño del negocio y eso le simpatizaba. Disfrutaba las amenazas y el contracorriente de Relámpago "La Gallina" ante los buenos, con sus Forty Malt y aquellos salamis. El discurso de los rudos con sabor a calle y profundo tigueraje. El palacio Virgilio Travieso Soto estaba repleto, como sardinas en latas sin distinción de clases era un cúmulo de almas ávidas de acción. Deseosos de sangre, sudor y lagrimas aún sean producto del ingenio y la fantasía proverbial. Dante y sus amigos llegaron a sus puestos. Refrescos en mano, cocaleca y un tierno maíz ahogado en tanque de agua de sal confortaban el escenario. La atmósfera cargada de la voluntad de los seguidores del campeón de la bolita del mundo arropaban los ánimos junto al bullicio pasajero de la gloria terrenal.
Llegó la hora. La dorada melena de Ric Flair se pavoneaba por toda la media naranja junto a su séquito. La pompa del gringo junto al cetro que movía junto a sus brazos alzados brillaban en los ojos de Jack. Grandioso Veneno tomaba una malta Morena a pico de botella -la cuenta había que pagarla- esperando a su contrincante en el ring. Al cabo de unos minutos empezó el combate. Los puños, las trompadas y caídas. El choque de trenes en las esquinas. Las técnicas y llaves de lucha libre se esparcían por todo el cuadrilátero derrochando gozo, pan y circo. Jack Veneno con el sabor y favor de las masas estaba dominando la pelea. Dante y sus amigos, en el silencio del anonimato para evitar represalias, sufrían. Ric Flair lucia muy cansado y aparentemente mal herido. Jack Veneno volaba por los aires con olor a triunfo como un Cid campeador.
Pero a todo le llega su día. Dante Rubirosa González y sus panas divisaban la salida ante el inminente final. Un sentimiento de salir huyendo se apodero de sus almas ante la fatalidad del resultado a favor de Jack Veneno, el que vence pero no convence. De repente se esparció una distracción como pólvora. Un Santa Claus caminaba con un grupo y vociferaba cosa extrañas, llevaba una gran funda roja y repartía dulces y golosinas. De un momento a otro salio corriendo, y subió al cuadrilátero. Se saco el gorro y brillo su maléfica calva por todo el olímpico. Fue directo al mesías dominicano y empezó a propinarle puñetazos y patadas. Era Relámpago "La Gallina" Hernández que robaba el sueño dorado a Jack Veneno. Usurpaba las horas de gloria al fantoche campeón de la bolita del mundo, la risa y la cura fueron sentidas y marcaron el alma. Los gritos de chercha de Dante y comparsa resonaron en Puerto Plata.
Muchos años después Dante con sabor a sal y maíz recordaría en el fragor de un chat de viejos panas aquel día. Aquellas mágicas escenas cuál coliseo romano aquí en el palacio de los deportes. El placer de sentarse junto a un proyector imaginario y volver a ver en película aquellas escenas de sus tiernos años. Como flashes imaginarios desde una nave del pasado Dante volvía a sentir la bruma y el sudor de aquél escenario místico en sus sueños y apetencias de aquellos tiempos. Recordar es vivir dos veces.