La inteligencia espiritual se ocupa de la trascendencia. De lo sagrado y de los comportamientos virtuosos como el perdón, la gratitud, la humildad y la compasión. Nos lleva a comprender que somos parte de un todo con el cual necesitamos estar en contacto. Luz y segregación que llena, promueve y aspira a la armonía en el bien ser.
En nuestra cultura occidental prima con inusitado poder el mundo material. Alfred Binet en los 1900 construyó el concepto de cociente intelectual(CI). El cual caló muy profundo en la psique humana de muchas generaciones. Por décadas el cociente intelectual fue una especie de dios, el producto de una inteligencia humana superior. Capaz de lograr y conseguir todo lo visto e imaginado. Ciertamente en cuanto al mundo material, la proliferación de las riquezas, las imperiales conquistas de homo sapiens para domar la naturaleza y demostrar ser el verdadero rey de la selva hemos sido los "campeones" de la bolita del mundo. La inteligencia humana pues se esparció por todo el globo terráqueo con su dominio y hordas de sometimiento. Le impregnó su sello arrogante y grandioso mas allá, hasta los confines de la luna.
A partir de 1967 Howard Gardner y un grupo de académicos de Harvard empezaron a desarrollar una visión plural de la inteligencia a través del proyecto Zero. Se empezó hablar en los grandes corrillos intelectuales del mundo de las múltiples inteligencias. De lo diverso del cerebro y sus múltiples conexiones. Desde la inteligencia espacial a la emocional e espiritual. Muchas personas con capacidades intelectuales extraordinarias en análisis u matemáticas empezaron a entender y buscar información del porqué de sus exabruptos emocionales. Sus incapacidades de relacionarse, sus carencias afectivas y gregarias. El enorme vacío existencial que segregaba tristeza. La poca estima y cuido del alma, corroída por el egocentrismo. A pesar de entender que lo tenían todo y ser modelos del éxito mundanal tan cacareado les faltaba algo. Ese algo superior a todo logro y conquista terrenal; ser humano. Otros entendieron que sin poseer el afamado cociente intelectual en niveles elevados u otros con el, pero observando la relatividad. Habían encontrado un soporte técnico para avalar su vida con balance, el arte de la proporcionalidad. El uso de sus múltiples inteligencias como necesidad. Una paz y una serenidad deseada desde el inconsciente. Un alma que riela repleta de luz, con gozo y sabiduría en comunión con el cosmos. Una aceptación de la belleza del orden y la diversidad establecidas por la creación.
Es hoy pues la búsqueda del balance, el deseado equilibrio en la existencia un gran tesoro. Una necesidad imperiosa para un ser que busca y proclama. Que añora y siente desde sus entrañas repleta de emociones y sentimientos. Que anhela su misión esencial de dar y recibir amor. Hoy, desde esta especie de caos con progreso y vacíos. Siento y creo en la hermosa posibilidad en todo este mundo disruptivo y a la vez el mejor mundo posible tal como afirmó Karl Popper. Son muchos los humano que buscan más que nunca ser, acariciar el mundo del espíritu. Que desean la prosperidad, la democracia, el progreso y el emprendimiento pero no a costa de la paz y la amorosa convivencia. Que anhelan un mundo de justicia y espiritualidad, no de perfección pero si de progreso. Extender la mano a los tantos perdidos como el Dante en una obscura selva. Con chirridos y estridencias de un deseo inagotable. Repletos de saber e información, soledad y oquedad. Ignorantes del suave murmullo del amor y de la paz. En las paradojas del mundo espiritual, sus reglas contrarias a la razón y el deseo. Nos esperan sin prisa, desde la gratuidad de un valor no medible solo en la propia vivencia. La recompensa del propósito con verdad. Desde el barro y la arcilla mística. Con polvo de estrellas en bóveda serena; las suaves caricias del canto a eternidad. Lo primero primero, que es ser. Ser que es la serenidad, la universal espiritualidad.