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FIN EN MANZANILLO

El reencuentro era un bálsamo. Meses sin verse les disparó una obsesiva necesidad de caricias, una compulsión de frotar sus cuerpos humedecidos por el deseo. Placer emanaba por toda la habitación. Anselmo Paulino Roncones junto a Claudia Pedralles, su fiel asistente y amante, copulaban nuevos versos en su tórrida relación. Ser sin tiempo, se besaban como posibles sobrevivientes de la guerra del fin del mundo.

El botón nuclear. El periplo imaginario por los nueve círculos del inframundo del Dante desde el Vaticano, previo al año santo. Irán con sus ennegrecidas mantas con voluntad de final. El sionismo como utopía soñada por Anselmo, negado a refundar Haití con párrafos hebreos; para proseguir en su hegemonía autodestructiva en Medio Oriente. El romance del Zar Vladimir y Kim Jong tomados de la mano en la limosina Aurus, contemplando el final. La reforma, sin la dieta estatal, como francachela del amor por la Montonera. El debate y, hoy 4 de julio, la decadencia imperial como fin de una era. El fentanilo como símbolo, con ramificaciones de lavado hasta los trópicos con pintorescas plazas comerciales chinas.

Huyamos Claudia, le susurraba al oído Anselmo Paulino Roncones. Me soñé -proseguía Anselmo- en medio de una extraña conversación con Charles Darwin desde el Beagle. Con la explosión de la guerra del fin del mundo flotarán pedazos, explicaba un extraño Darwin. Fragmentos de islas y continentes sobrevivirán con las posibles almas de náufragos errantes en medio de la nada. En la Hispaniola ondeará solo Montecristi hasta la Bahía de Manzanillo, afirmaba el viejo naturalista inglés. Ya compré una vieja casa de piedra cerca del puerto, de la otrora poderosa Grenada Fruit company, enfatizaba Anselmo Paulino Roncones a Claudia Pedralles.

Allí, mientras se pueda comeremos pescado frito con tostones y batatas fritas. Nos juraremos amor eterno en medio de mares enfurecidos por el final de la historia de nuestra estúpida condición humana. Con provisiones de varios racimos de guineo, sobreviviremos aquél purgatorio hasta el final iluminado de la ilusión de inmortalidad. Como muchos musulmanes en su camino a la Meca, moriremos de calor y amor. Ciegos de ilusión, con los pensamientos puestos en un paraíso de manantiales de mieles con paredes de arrecifes cubiertos de la nada.

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