Era domingo hacia las 7:30am. El recuerdo de Cabranes. La nostalgia de la buena mesa, la memoria de las pleitesías de mi padre al buen comer martillaba mi apetito. Huevos rotos suspire. Un brinco poderoso hacia la cocina, pos las invocaciones y meditaciones matutinas, llevo mi cuerpo y alma a los fogones. Abrí la nevera, el brillo radiante de un jamón pata negra me guiñó el ojo. Unas setas frescas humedecieron mis papilas gustativas en un abrir y cerrar. Todo estaba decidido unos huevos rotos con papas, jamón, setas y guindillas seria la consumación del viaje gastronómico a las tierras de mis ancestros.
Una barra portuguesa horneada, crujiente y con aroma a Lisboa aguardaba. Manos a la obra. Empecé a freír las papas de San José de Ocoa: tiernas y amarillas. El jamón, repleto del aroma de las edesas arboladas y la fuerza de las bellotas, le puse a respirar. Sangre de dios rezaba. En un sartén salteé los hongos en oliva, perejil, poco de ajo y ciertos aros de cebolla blanca. Luego de dorarse los hongos y fusionase con el todo, apagué el fuego y deje respirar. Junto a la cocina y mis petit chimeneas, se esparcía por todo el espacio el piano de Arthur Rubinstein. Interpretando el concierto para piano No. 2 de Chopin, junto a la filarmonica de Londres bajo la batuta de André Previn. La suma era un clímax sideral.
El pan me tenia nervioso. Tomé un pedazo y le unté generosa mantequilla la Asturiana. Las cosas sencillas son maravillosas suspiraba. Las papas listas, poco de sal y pimentón. Las puse a secar en un plato con servilleta. Los huevos de granja amarillos, de yema poderosa aguardaban. En otro sartén derrame oliva Cortijo de Villa Pardillo, con todo el alma de Jaén. Luego de freír los huevos con su yema blanda y amarillas como el sol apagué el fuego. En el plato coloque las papas, encima puse los huevos. Encima de estos las setas, y las lonjas del jamón cortadas a cuchillo. Al lado las guindillas. El aroma me transportó. El espíritu montañés tomó el control. Cada bocado era un éxtasis. Un coito gastronómico con el empuje de un pan generoso. Una fusión de historia, recuerdos del principado y productos milenarios que han seducido a la humanidad generación tras generación. Empezar bien el día con un buen desayuno es amoroso y gratificante. Qué os aproveche.