El fin justifica los medios. Los contubernios para formar gobierno son intrascendentes para el Príncipe, versus la potabilidad de continuar en la silla de alfileres de la Moncloa. La nave de la cohesión española retoma los mares procelosos de la fragmentación del reino. La constitución frágil e invertebrada. Atrás los pactos virtuosos. La posibilidad de identificar y definir puntos estratégicos donde todos son España y, empujar unidos la carreta como sociedad son parte del pasado. El pragmatismo de estado, a la usanza del tercer mundo, impera sobre la grandeza de la visión política de la España post franquista cohesionada y, dispuesta a pertenecer a Europa-Occidente con el barniz de civilización que todo ello ha traído. España hoy, juega el juego disruptivo del actual status global de la civilización.
Para conseguir su objetivo. Ley de amnistía que borre los delitos cometidos por todos los que estuvieron involucrados en los intentos de separar a Cataluña de España desde 2012 hasta hoy. La posibilidad de negociar un referéndum de autodeterminación. Ya se verá temas de presupuestos con aroma rancio a Pujol o el sabor sedicioso Puigdemont. La seca sentencia de minorías vascas separatistas de que los acuerdos siempre sujetos a los avances y al cumplimiento de los compromisos. Amenazas de antemano de que van por lanas y, deben estar si o si. Dizque una izquierda de nuevo cuño se acercan y refrendan, buscando conocer el monstruo y profundizar toda esa nueva agenda asociada al nuevo concepto de libertad. Libertad como la del directorio de la Revolución Francesa, que impone su visión y cercena todo obstáculo.
Los logros de 30 años de Globalización cansan a la humanidad. La virtud del libre comercio, como la más expedita vía de incorporar para generar riquezas y bienestar a todo el mundo, pierde la carrera. Un nuevo mundo geopolítico de fronteras impera. Todo es relativo. No hay verdades absolutas. Todos hablan y, nadie escucha. No hay referís ni derecho internacional. Todo depende con el cristal que se mire. No existe ya un cristal global. Fin de la hegemonía. Un mundo multipolar sin verdades ni relatos universales. Sin límites, ni frenos posibles a los deseos. Atrás las consecuencias del recuerdo de la extendida España feudal. Por dado el bienestar, imposible para la zarandeada alma ibérica, analizar las causas de su desarrollo desde las bases franquistas al reinado de Juan Carlos I. Sancho gana. La Ínsula de Barataria gobierna e impera desde la mediocridad del obsceno banquete servido. Los principios y valores, que cimentaron el progreso con serena paz desde Isabel la Católica a la generosa época democrática, en naufragio junto al Levante mítico. España, sin un verdadero timonel y carente de condiciones de estadista. Al lomo de un Rucio, sin estirpe ni ego histórico para trascender este valle nauseabundo de verdaderos caídos.