El lazo de la eternidad es el amor. Con nostalgia, recordaba Jacques le Bon la frase de Søren Kierkegaard. Muchos años después, disfrutaba un paseo lleno de pensamientos y símbolos místicos por la ciudad romántica de Ovando. La ciudad Primada de América, era más que un espacio arquitectónico para Jacques le Bon. Poseía dimensiones con atributos de máquina del tiempo. Donde, como múltiples espejos visuales, tenía la capacidad de los ritmos del recuerdo. Desde fluidas palpitaciones de neuronas y sonidos, contenía toda su hoja de vida como microcosmos de papiros. Toda su historia, y toda la historia del Caribe con su profunda riqueza de fusión …









