Era un atardecer precioso en la provincia del Seybo. El olor a pasto, el rumiar de las bestias junto a las enormes filas de árboles frutales hacían una composición de postal junto al ocaso.
Demetrio Zorrilla Santana nunca había salido del Seybo. Era un hatero de nacimiento descendiente del más ilustre seybano Pedro Santana y Familia. Luego de comer una pasta entera de dulce de leche Tula con naranjas y tomar un mabí se quedó absorto sentado sobre una cubeta de ordeño en el corral. Desde las rendijas le acariciaban los últimos rayos del sol y respiraba con rubor el panorama. Bostezaba tras un día de ardua faena. Encender la música clásica, conversar y acariciar sus vacas, ordeñarlas con mimo junto a fragancias de amor. Montar a caballo toda la finca, y sentir cada palmo, cada yerba, cada toro y cada bestia de sus predios.
Entre cierre de ojos recordó a su mentor Max Eastman. Eastman fue un norteamericano que se había enburujao con una seybana y se asentó en el Seybo. Fruto de ese amor hizo importantes inversiones ganaderas en la provincia. Trajo tecnología como máquinas de ordeño, innovaciones como poner a las vacas música de Bach, Mozart y Beethoven. Fue su mentor no solo para su mentalidad de ganadero de luces, sino también su mecenas cultural.
Devoraba los libros sobre ganadería y ordeño. Pero también los grandes clásicos de la literatura de todos los tiempos bajo las directrices de Max Eastman. Demetrio cabeceaba y recordó a uno de sus favoritos Ernest Hemingway. El viejo y el mar, Por quien doblan las campanas, Paris era una fiesta, Toro en la tarde y Fiesta -alusiva a los sanfermines- eran células de recuerdos literarios impregnados en todo su hipotálamo.
Flexionó sus piernas junto a sus botas de goma Goliat y quedó dormido. Hemingway como lluvias de recuerdo. Su anhelo de ir a un San Fermín y desafiar la vida, los sueños junto a un toro de lidia. En fracciones de segundos vio su toro en la tarde, y disfrutó los recovecos, cada punto histórico de Pamplona. Saboreaba su sueño de ser protagonista del encierro. El primer seybano mascullaba Demetrio en ronquidos. Como lluvias brincaba desde la cubeta sintiéndose en el chupinazo en la casa consistorial. Todo el espíritu festivo, las juergas desproporcionadas. Los toros de lidias embistiendo cada punto, cada esquina con furia y poder.
Se despertó bruscamente por una lluvia pasajera que le humedeció la cara. Recordó que este domingo habría toros en la plaza del Seybo. Un aliciente triste y opaco para sus sueños. Su legendaria provincia de las mas antiguas de RD se mantenía en cierto modo detenida en el tiempo. Grandes latifundios de hatos y enormes propiedades cañeras no cedían al progreso y desarrollo de las mayorías.
Sus gustos por la gastronomía era también un legado de Max Eastman. Soñaba con una provincia del Seybo con denominación de origen en sus carnes y enorme potencial agrícola como el cacao. Como las potencias eran una cuestión de voluntad y trabajo en equipo pensaba Demetrio Zorrilla Santana. Esfuerzos aislados de valor y arraigo gastronómico como Carne & Co. -oriundos del Seybo- lo cofirmaban. Sus cortes, sus patés, sus quesos y delicatessen de origen nacional negaban nuestra pequeñez. Rechazaba el sello tosco con perfume bestial del tártaro Pedro Santana y Familia a todos sus descendientes. Una valla -cual veterano Osborne- como marca provincia sería nuestro pasaporte de calidad por todo el universo se confortaba.