Estamos en los albores del super-hombre. El futurólogo británico Ian Pearson plantea que para el 2050 tendremos el Homo Optimus. Seres humanos conectados a las redes de la información a través de una piel electrónica, que podrán integrar dispositivos e implantes; y de la mano de la nanotecnología poder monitorear y reparar nuestros cuerpos. El Homo Optimus podrá tener múltiples existencias e identidades. En el futuro próximo se podrá conectar y mover nuestros cerebros a los ordenadores como una copia de seguridad, y cargar en otros cuerpos mecánicos la conciencia, creando una nueva raza de androides. La ancestral sed de inmortalidad y poder sobre el universo, se desvela en todo su esplendor.
Ante este sentimiento de oscuridad sobre el rumbo de la humanidad actual, la premonición de cataclismos universales producidos por una posible conflagración nuclear, la perdida de empleos con la inminente cuarta revolución industrial de la mano de los robots, el vacío de liderazgos en todo el globo terráqueo; nos llega este posible neo-renacimiento, la hermosa posibilidad de florecer una nueva especie, bajo el ideal científico que planteó Friedrich Nietzche,y que nazca El Superhombre, que concibe el ideal humano como sabiduría, el hombre sabio que conoce la realidad del mundo; con todas sus miserias y por eso afirma enérgicamente la vida, este Homo Optimus revestido de poder y conocimiento digital como creador de valores, un ejemplo activo de eticidad maestra. La inmortalidad en la digitalización del intelecto, para trascender los vestigios de barbarie y asumir la plena civilización.
Noam Chomsky probablemente dudaría de estas posibles bondades del Superhombre, señalaría con la duda, como método científico, sobre la carencia de la bondad y la compasión en esta "maquina-optima"; nos recordaría a Francisco de Goya y Lucientes y su trágico saturno devorando a sus hijos. Quizás un gran Frankenstein se cierne sobre el fin de la humanidad, o el hermoso retrato de un inagotable río cristalino, de un mundo lleno de amor y tolerancia, un paraíso eterno, impregnada la conciencia colectiva , con el canto de los celestiales colores de los frescos del Bosco, per secula seculorum.