Control y poder son milenarias manifestaciones que, como sustancias psicoactivas, han perseguido al hombre desde los albores de la humanidad. Intrínseca como caricaturas de dioses terrenales se manifiestan en todas las épocas para dominar e instaurar sus deseos y apetencias a las mayorías. Ha sido norte y esencia en la mecánica de los clanes, tribus, familias, conglomerados, sociedades y civilizaciones de todos los tiempos.
De los clanes a los imperios fue un libro de gran importancia en los inicios del siglo XX. Dicha narrativa sobre las sociedades antiguas fue ampliamente debatido en los corrillos intelectuales de la vieja Europa por aquellas fechas. Escrito por el profesor Alexandre Moret. Quien fue profesor de Egiptología en el Collége de France. George Davy participó y aportó junto al profesor Moret en esta obra. Desde los recursos religiosos con la magia y poder inquisidora de las religiones como congregación. Hasta los mecanismos sistemáticos de orden y dominio de los mercados con sus medios de producción, la acuñación de monedas y el control de los estamentos del poder de la vida en sociedad el profesor Moret nos legó una exhaustiva obra de la historia del poder y la jauría dominante de los más fuertes. Y quizás no podía ser diferente conforme a las referencias mundanales de fortaleza. Ya Darwin había aclarado el asunto desde el Beagle.
Era Jueves 3 de Marzo. Jacques le Bon disfrutaba de un trozo de chocolate Milz negro al 70% del Jobo, Puerto Plata. La joya de los cacaotales tropicales en maridaje con un higo y almendras era un canto celestial. Un lujo gastronómico de estas hermosas tierras de Quisqueya. Ya, hace más de dos años fruto de la pandemia, Jacques le Bon almorzaba en su oficina. Siempre temprano en la mañana y en ese momento de almorzar Jacques le Bon chequeaba los precios de los más importantes metales en la bolsa de Londres. Era su deber actualizar siempre el rumbo de las materias primas de todos los artículos que comercializaba. La pandemia y ahora la guerra eran una locura de inflación. La realidad de su oficio de comerciante importador de artículos ferreteros de una isla del Caribe le hacían ser un simple tomador de precios. La única posibilidad de poner el termómetro a los mercados para analizar, sopesar y tomar medidas como salvaguardas le era un deber y presumiblemente su único escenario de acción.
Jacques le Bon veía las fluctuaciones del mercado como nervios y músculos en su computador; y repetía lleno de asombro junto al profesor Moret: de los clanes a los imperios. Jacques quería entender y se hacía preguntas. Cada pregunta con imágenes matizadas de banqueros, farmacéuticas, las empresas del Nasdaq, mascarillas, Chinos y tanques de guerra Rusos trillaban por todo su hipotálamo. Recordó aquella ponencia magistral del profesor Alexandre Moret en Oxford donde disertó sobre la muerte de Dios en Egipto. Ahh la humanidad vociferaba Jacques le Bon. Los intereses creados. El poder, el dominio, el control fosforescente de la energía monetaria que mueve y transforma el mundo. Como Moret Jacques le Bon entendía la metáfora de la muerte de los dioses para dar paso al ego humano y su imperial sed de dominar. El súper hombre de Friedrich Nietzsche todo poderoso. Pero qué, como Ícaro hijo de Dédalo, al volar muy alto el Sol derrite sus alas en su naturaleza autodestructiva. Será porque así debe ser. Que obsesión de pretender entender la vida mascullaba.
Jacques le Bon impotente hizo un inventario de los movimientos tectónicos de la economía en los últimos dos años. Increíble suspiraba. Pensaba que tras la segunda guerra mundial y todo aquél mundo del plan Marshall, Bretton Woods, Unión Europea, Naciones Unidas, OMC. La humanidad libre unida y cohesionada en la productiva colaboración planetaria era un orden mundial imbatible. El derrumbe del reparto de Yalta, con la caída de la URSS y su cortina de hierro, desde el simbólico muro de Berlín hecho tris dio riendas sueltas a la consolidación de un mundo unipolar bajo las directrices imperiales de la democracia y el mundo libre de Estados Unidos de América. Como Monroe para los americanos pero Urbi et orbi. Ahh pero la perfección nos es vedada dada nuestra condición humana. Los deseos imperiales y de dominio mutan. Y otros como Chinos y Rusos también desean confeccionar las reglas de juego a semejanza. Dar y repartir el bizcocho conforme a sus intereses creados.
Jacques le Bon recordaba las palabras de Jean Paul Sartre: Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren. De los clanes a los imperios. Del terrible socialismo con Stalin y su cortina de hierro a la sociedad abierta de Karl Popper con su libertad son siempre los intereses creados sin importar bandos o supuesta ideología. Los deseos hegemónicos de unos pocos es la sustancia real y permanente que mueve y gira la vida gregaria en la tierra. Por eso se pelea, se mata, se destruye, se aniquila y hasta se desaparece. Ya decía Homero que los dioses conceden la felicidad a la humanidad y luego se arrepienten.