Con el embrujo del crocante sabor de un alfajor Havanna divisé los cielos de Palermo. Justo a las puertas del zoológico una especie de Aleph con proporciones de babel tiritaron por todos mis pensamientos. Presumí de sentir el suave olor a lavanda de toda aquella biblioteca. Una explosión de existencialismo brotó de los místicos cielos del Palermo bonaerense.
Mi incapacidad como humano de enfrentarme a la eternidad, mi memoria mucha veces selectiva; mi quimérico museo de formas inconstantes y aquél montón de espejos rotos brillaron por todo el firmamento. Me pregunto con Borges quién soy. Me cuestiono cambiará el universo pero yo no. Soy un Aleph. Un punto que contiene todos los puntos. Un alma presurosa por rimar los cantos celestiales. Un zahir cósmico que brilla en aquella inolvidable fuente de Ginebra como reflejo de tú ultima morada poeta. Lleno de preguntas y ávido de respuestas. Como tú de la mano de Virgilio exclamando a mi Beatrice Portinari. Sorbos musicales con sabor a Soda Stereo afinan mi ser. Buenos Aires se respira en todo su esplendor.
EL INSTANTE
Jorge Luis Borges
Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el árbol de Adán y el otro leño?
El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que mira en los gastados
espejos de la noche no es lo mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro infierno.