In Reflexión

ADIÓS CAMARADA

Sin ruido ni estridencias se marcha usted. Estoicamente, como nuestra filosofía de vida parte al más allá. Temprano al enterarme de su partida, miles de recuerdos e imágenes poblaron mi mente. Será por el 2002 que le conocí allá en Nueva Esperanza, en la espiritual iglesia Episcopal. De inmediato sentí el magnetismo de su personalidad y la profunda seriedad con la que servía a nuestro amoroso movimiento.

De usted y otros ganadores aprendí el valor del servicio. El poder de dar sin esperar a cambio, tan vital para el verdadero despertar espiritual. Fue en Nueva Esperanza, por su sugerencia, donde fui moderador por primera vez. Años después me invitó usted a formar parte en su querida fundación. Por cinco años usted me brindó la oportunidad de servir desde la directiva. Confió siempre en mí; y me encomendó importantes tareas en la operación de la fundación por aquellos años. Fui representante de la fundación junto a doña Sonia por instrucciones suyas, en la directiva de la nueva Clínica para el tratamiento. Con todos los retos, tiempo, aprendizaje, puesta de nuestros principios espirituales en práctica y la búsqueda de lo mejor para nuestro movimiento conforme a sus más caros anhelos. Ordenanzas que alentaban separar funciones en procura de la excelencia posible, para ayudar a los necesitados. Su visión de enfocar la fundación en lo más importante. Transmitir el mensaje. Llevar la buena nueva de que se puede salir de aquél infierno autodestructivo.

Adiós camarada. Siempre recordaré los pastelitos Amparo, el rico hummus junto al inolvidable casabe puertoplateño tostado con oliva, que con tanto cariño usted nos brindaba en las reuniones de trabajo en su casa. Aquellas limonadas especiales con el aroma cubano de la isla fascinante. Te vas en cuaresma compañera de batallas y despertares. En medio de desiertos espirituales, con el aroma de su fe, fortaleza y esperanza. Su legado trasciende. Su obra imperecedera brota desde el amor de nuestra comunidad. Adiós amiga entrañable. Nuestra gratitud siempre. Ascienda serenamente a la paz eterna.

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