Un espacio de sueños, incrustado en el corazón del Parque de la Vida. Café Serrallés era el alma humana del parque. Un lugar de bella arquitectura, en armonía con el micro bosque. Sus ventanales como faros, son una extensión visual de la naturaleza para los parroquianos. Desde dentro, junto al aromático rechinar de las máquinas italianas de cafés expresos, los zumbidos de las cotorras junto al martilleo de los pájaros carpinteros sobresaltan las almas. Las sillas confortables, las mesas de generosa madera que acarician las manos al interactuar. Los pisos de mármol del salón despiertos, con los permanentes pasos de los camareros junto a los pedidos y sus bandejas. Los techos de la estructura abovedados como continuidad de los cielos, desde el todo sonaba la música de Edvard Grieg junto a su melancolía del siglo XIX. Espacio idílico en el medio de la ciudad de la furia.
Jacques le Bon llegó puntual. En un encuentro de sueños, se sentó a la mesa con el mismísimo Borges e Italo Calvino. De inmediato hicieron señas al camarero para ordenar. Expresos doble ensuciados con leche, varios prensaditos de queso Geo, jamón extra El Cid con toque de mantequilla. De postre de media mañana, unos higos de Ocoa en almíbar en maridaje con queso crema de Burgos era la gloria. Calvino y Borges conversaban, un imaginario Jacques le Bon escuchaba. El tema era los 700 años de muerto Marco Polo, a propósito del libro Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino. Los diálogos imaginarios entre Marco Polo y el Emperador Kublai Kan, mutaban entre Borges y Calvino con aroma a versos del Libro de las Maravillas.
Marco Polo fue quien escribió el primer relato fiable y completo de Oriente y, la primera contribución al conocimiento entre Asia y Europa sentenciaba Borges. Calvino recordaba lo particular de las narraciones que Marco Polo le había contado a Rutischelo de Pisa, ambos presos en una cárcel de Génova. Jacques le Bon saboreaba en silencio los relatos sobre aquél célebre mercader de Venecia, desde su oficio de comerciante. El tema tomó la mesa por la celebración de los 7oo años de la partida de Marco Polo en el próximo carnaval veneciano. Una exploración exclusiva con objetos de la época en el Palacio Ducal recordará la fecha. Habrá Ópera y, todo un derroche cultural entre máscaras bañadas por la historia imperial del mar Adriático con los recuerdos de grandes embarcaciones de mercaderes desde el gran canal de Venecia.
Con el grito de otro Café proseguían en sus diálogos el mismísimo Borges y Italo Calvino. El oído y medio de Jacques le Bon alertas y receptivos. Borges recordaba el mito de la pasta. En realidad probablemente Marco Polo trajó y narró sobre los tallarines de Oriente. Pero, mascullaba el vate argentino, ya existían molinos de pasta en Sicilia. Calvino puntualizaba que Marco Polo reveló temas, lugares, costumbres, sistemas sociales y políticos, y hasta objetos que eran completamente desconocidos en Europa como el petróleo, la hulla y el papel moneda que Europa recién implementaría dos siglos más tarde. Borges señalaba las narraciones de Marco Polo de lugares específicos, como el monte de Ararat en Armenia, donde se posó el arca de Noé tras el diluvio universal. Jacques le Bon escuchaba extasiado, se sentía en aquél calabozo junto a Marco Polo y Rutischelo de Pisa. Tocaba las ciudades imaginarias de Italo Calvino.
Jacques le Bon daba sorbos a su café, junto a los dibujos abstractos del fondo de su taza. Recordaba las últimas palabras de Marco Polo en su lecho de muerte hace ya 700 años: solo he contado la mitad de lo que vi. Oriente tan lejos y hoy tan cerca sentenciaba Jacques le Bon. La visita histórica del ministro de Agricultura de China a estas tierras, a propósito del fin de la protección al arroz en el TLC junto al desdén imperial, era un deja vú de la continuidad errática imperial. La seriedad en la expansión de la Ruta de la Seda en el Caribe frontera imperial provocaba a Jacques le Bon. Soñaba desde el Ozama con el bullicio de mercaderes desde sus embarcaciones y mercaderías cual Venecia. Oriente se aproximaba más al Caribe. Serán piratas se preguntaba Jacques le Bon. La guerra y la paz como los ciclos económicos. Siempre se hará negocios mascullaba Jacques le Bon junto a las almas de Borges y Calvino. Las palabras de Marco Polo cobraban vida desde sus diarios afanes comerciales.