El dolor es la verdad, todo lo demás está sujeto a duda. Jacques le Bon parafraseaba a J. M. Coetzee junto al sinsabor del drama dantesco del vecino pueblo de Haití. Estado fallido desde siempre. Pueblo de esclavos de diferentes etnias africanas, incapaz de convivir desde su génesis. El magnicidio del presidente Jovenel Moïse ha desatado la furia y, la barbarie de la realidad infernal de aquél conglomerado humano.
Jacques le Bon desayunaba prensa en mano. Días atrás el presidente imperial Biden recibía al Jefe de Estado de Kenia William Ruto con bombos y platillos. Estado más que amigo le llamó. Los americanos han estado involucrados en la logística y los aprestos en la construcción de la infraestructura para la intervención. Son los que están poniendo la plata que empezó con un monto de 200 millones de Dólares y, se dice va ya por los 700 millones de Dólares. Parece el triste asesinato de dos jóvenes misioneros norteamericanos a manos de las pandillas que gobiernan Haití, ha sido combustible para acelerar el ritmo imperial en la voluntad de intervenir. Davy y Natalie Loyd eran los misioneros. Natalie era la hija del senador del estado de Misuri, Ben Baker. Desde la deshonrosa salida imperial de Afganistán, los americanos no envían tropas imperiales a ningún lado. Solo recursos, pertrechos militares y logística imperial. Los humanos que invadirán, en busca de restablecer algún orden, serán kenianos y de otras naciones hermanas del Caricom.
Junto a la atmósfera de aquellas noticias, el calor tras las lluvias le era agobiante. Jacques le Bon daba sorbos a un Morir Soñado con mucho hielo a las 6:31am desde su quinto piso. Como una realidad bizarra recordó que apenas salió Ruto de la Casa Blanca vino un impasse. Todavía no podían salir las tropas de Kenia. Kenia como Haití, era un país con una profunda cultura corrupta. La permisologia y los trámites burocráticos en su congreso sufrieron retrasos inesperados. Casi con la furia y la premura imperial ante el vil asesinato de los dos misioneros hijos de un senador imperial. El olor a Dólar, el aroma donde se guisa en las pocas clases dominantes y muy putrefactas de esas culturas es un frenesí arrebatador. En está sociedad del espectáculo, son también los ejércitos y sus almas mercancía sujeta a los vaivenes del mercado.
Mientras en Ciudad del Vaticano, el Jefe de Estado domincano busca una necesaria bendición Papal en tiempos de reformas. Bienvenidas y benditas sean, mascullaba Jacques le Bon con la vista puesta en Tatica. Seguro la segunda reunión con el secretario de estado vaticano fueron incisivos los señalamientos a las deportaciones. Fue allá en Roma que el secretario imperial llamó al presidente Abinader dicen para felicitarlo por su reelección. Unas elecciones diáfanas y ejemplares vociferó Jacques le Bon. No me parece será igual en las elecciones imperiales de noviembre, entre la senilidad y el delito. Increíble, proseguía Jacques, en Haití en medio de aquella locura Estados Unidos tenía vínculos diplomáticos a nivel de embajador. En RD, el principal aliado estratégico de la región y séptima economía de América Latina, a penas con un simple encargado de negocios hace años. Jacques le Bon estaba seguro que aquella llamada del jefe del departamento de estado con una duración de 6 minutos tenía aroma a Haití también. En su dejadez y olímpica irresponsabilidad el imperio, Canadá y la ex metrópoli Francia azuzaban el encono de la opinión internacional (la cual controlan) a sus culpables favoritos. Al idóneo responsable, tristes herederos coloniales, de los desaguisados de dizque dos países en una pequeña isla. Desde Clinton están con la vaina de campos de refugiados. Acnur y demás diabluras solo ven las deportaciones de un pequeño país caribeño. Nunca la de vaqueros arreando morenos en el río Bravo. Con tanta tierra en la famosa isla de la Tortuga suspiraba Jacques le Bon. Donde todo empezó con manadas de ávidos piratas.
Esperando a los bárbaros mascullaba Jacques le Bon. Mientras un parte noticioso de EFE era desolador sobre la realidad haitiana: "Las bandas armadas que tienen el control del barrio Bel Air, situado a pocas cuadras de la sede del Gobierno, han creado un corredor entre ese sector y el Hospital General que atraviesa la calle Paul VI. Los enfrentamientos entre los miembros de las pandillas y la Policía son permanentes por el control del territorio. El sonido de los disparos es algo frecuente y constante en esa zona. Jean Paul, un hombre de 48 años, dice a EFE que los pandilleros prendieron fuego a su negocio, a su casa y a su carro hace un mes, por lo que ha tenido que irse a vivir a casa de su madre, en otro sector. Perdí todo lo que tenía dijo Jean Paul."
Jacques le Bon recordaba la reciente entrevista del Canciller dominicano con France24, a propósito de todo este despropósito de los poderes que dominan y manipulan la opinión internacional. Un joven periodista le recordaba al Canciller su pasado como burócrata de organismos internacionales. Esos organismos que han perdido todo su prestigio por su "asegún" de su verdad dependiendo de los intereses y los vientos de los poderosos. Que pasará, que será se preguntaba Jacques le Bon. La inmundicia de saber que el mercado de Pétionville estaba funcionando sin ningún tipo de limpieza. Entre basura, excrementos y aguas negras los pocos haitianos que salían en medio de aquella locura tenían que comprar. Esperando a los bárbaros repetía entre dientes Jacques le Bon. Como nubes negras las palabras de J.M. Coetzee surcaban por todo el firmamento del Serrallés: "El sueño ya no es una baño curativo, la recuperación de las fuerzas vitales, sino la nada, un encuentro nocturno con la destrucción. Los imperios se condenan a vivir en la historia y a conspirar contra la historia. La inteligencia oculta de los imperios solo tiene una idea fija: cómo no acabar, cómo no sucumbir, cómo prolongar su era."
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