In Reflexión

FE, FORTALEZA & ESPERANZA

Nada enseña más que la derrota. Nada alecciona tanto como La amarga caída con sabor a tierra y lodazal. No existe una mayor posibilidad de reseteo total en los vericuetos del alma que rendirse. Humillarse ante lo imposible para serenamente dar los primeros pasos hacia la victoria. Tronchar el iracundo mundo de la terquedad para volcarse con alegría al mágico universo de la buena voluntad. Son muchos los que para encontrarse tuvieron que perderse. Son tantos los que para recuperar la esencia han de primero arrebatarse en los tristes mundos de la furia, del ruido y la confusión. Caminar como exploradores perdidos en aquellos caminos de dolor y sufrimiento. Para tras el tablazo del fondo despertar. Recuperar la esencia, luego del sufrimiento con desesperación, hacia la senda divina espiritual.

Cuando los dioses habitaban la tierra la fe era innata al ser. Florecía en cada jardín, en cada alma de forma natural. Cerrado el Olimpo terrenal para los mortales tras la caída, la búsqueda es necesidad. El trabajo para la conquista mandato. La fe es un salto al vacío. Un brincar mirando los cielos para aferrarse al Santo Grial. Creer. La convicción plena de los brazos aterciopelados de un Poder Superior que obra. Compañía generosa que destierra el temor y segrega la alegría de vivir. La plena convicción de que todo estará bien en los caminos dorados de Dios. Sentir la fe. Esa cósmica sustancia efervescente poderosa. Ese inagotable manantial que nos hace a imagen y semejanza por momentos. Que nos empuja hacia los propósitos divinos con amor y nubes de paz. Fe para accionar desde los principios espirituales. Fe para proseguir. Sin esperar resultados con la satisfacción de obedecer las mágicas sugerencias de la senda.

Fortaleza que transforma. Mandato de los dioses como decálogo de instrucciones. En la aplicación de los principios espirituales se manifiesta Dios. Es en el país de la honestidad, la esperanza, la fe, el valor, la integridad, la buena voluntad, la humildad, la autodisciplina, el amor y la perseverancia. Es desde la onírica voluntad que promueve el despertar espiritual. Desde el servicio que transforma y combate el egocentrismo, donde se ejercita la fortaleza. El poder macizo para desterrar el miedo y compactar la otrora alma diluida. Fortaleza para vivir. Fortaleza de la mano del Arquitecto Supremo del Universo desde su atemporal sitial insospechado. Fortaleza que empuja. Fortaleza que promueve la transformación con la satisfacción plena del deber cumplido. Fortaleza que aligera los pasos hacia los individuales propósitos divinos rumbo a la ciudad de Dios. Fe y fortaleza.

Esperanza que vibra. Esperanza como verdes praderas que alimentan el alma. Esperanza desde la certeza de una fe que obra. Esperanza desde la fortaleza con convicción que mantiene el alma húmeda. Esperanza como cánticos celestiales permanentes para desmentir nuestra pequeñez. Esperanza como combustible. Expectativa confiada. Esperanza desde el anhelo de recibir las bendiciones prometidas a los justos. Esperanza en la vida eterna. Ese hermoso país del aquí y ahora. Agnósticos sembrados de la duda o fervorosos creyentes, aquí y ahora se puede como prueba la experiencia de millones de iniciados. Junto al David como humilde pastor, símbolo del poder inconmensurable del inagotable recurso interior. David, rey de reyes que derrotó a Goliat. Aquél Goliat grande y alto. Goliat como metáfora del ego corrosivo. Adiós a las armas. Renacimiento junto al David desnudo de Michelangelo, desde aquella serena sala en la Galería Accademia en Florencia. Fe, fortaleza y esperanza.

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