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INCIERTO GLOBAL

Reflexivo. Con los años a cuesta, con el peso de las arrugas de su prolífera experiencia observaba incrédulo los cielos de la ciudad. Con garbo, junto al terror de los tiempos frotaba sus Florsheim imperial al caminar sobre los adoquines de barro de la calle Las Damas. Iba rumbo a la plaza España al encuentro de Claudia Pedralles, su fiel asistente y desde hace una temporada también su amante. Era lunes. Una mañana fresca con un dejo a intrascendente. Intrascendencia repetía Anselmo Paulino Roncones en sus adentros. Como flashes, en una metáfora de ubicatex les llegaron las palabras del gran estoico Marco Aurelio: "Qué rápido todo. En el mundo nuestros cuerpos y en el tiempo los recuerdos. Aunque vivieses tres o treinta mil años, no olvides jamás que nadie pierde más vida que la que tiene, ni goza de otra distinta de la que pierde. Así pues, la vida más larga y la más corta vienen a ser lo mismo."

Ya en la Plaza España divisó a Claudia Pedralles. Sentada en un banco, con la vista del Alcázar y la estatua de Ovando era una luz de belleza con paz irradiada en toda la plaza. De inmediato con un repunte en sus palpitaciones Anselmo Paulino Roncones fue a su encuentro. Ya sentado la besó y le acarició las manos con fruición amorosa. Sin novedad en el Alcázar fueron las primeras palabras de Anselmo en compañía de Claudia y la estampa de la plaza. Prácticamente solos la vista les pertenecía junto a sus recuerdos y las fibras aterciopeladas de sus emociones con sentimientos.

Hoy tampoco vamos a dictar Claudia querida dijo Anselmo. El cementerio de libros en Educación junto a los textos digitales y computadoras para los niños que no funcionan me produce nauseas. Asquea lo que ha sido el atraco nacional del cacareado 4%. Cuando terminará el zaqueo perpetuo de la vaca nacional de los trujillines o tigueres binbin de turno se preguntaba Anselmo Paulino Roncones. O sea que el ministerio no tiene poder de decidir la política editorial de los textos de la educación pública se cuestionaba Anselmo con un rubor de impotencia meridiana. Ahh la era de la post verdad. El politburó de la peste púrpura con sus socios enquistados en el mecanismo que perdieron la capacidad de sentir y estar en la realidad. Business first carajo mascullaba Anselmo Paulino Roncones.

Salgamos de nuestras narices querida Claudia. Miremos el mundo. Algunos creen que ya lo peor ha pasado post Covid. Mira ahora la actual crisis bancaria en los Estados Unidos. El cierre del Silicon Valley Bank y la triste posibilidad de otros más bancos regionales en un derrumbe de naipes. Los ajustes económicos de una nueva era disruptiva se nos enseñorean. La posibilidad de una escalada de guerra. Los cambios abruptos en el juego del poder político y económico en la geopolítica mundial que envilece las certezas para derramar un sentir universal de incierto global. Una vaguedad terminal como la de los milenials que cambia de trabajo y parecer con la rispidez de un click y el instante.

Mientras nosotros aquí. Cantando a nuestras soledades y amor maduro. Tecnificando nuestras posibilidades de ternura y amor imperecedero. Con la vista del Alcázar y el gobernador Ovando, como vestigios de lo Español. Con la desgraciada posibilidad latente de un estado Binacional. De ser absorbidos por la cultura más fuerte y destructiva. De ser cautivados por el odio y el resentimiento de nuestros bárbaros vecinos. Haití es un infierno. Un altar al fuego y los dioses de la oscuridad. El reino de Makandal. El mal de su élite que busca imperar en toda la isla. Fuego, miseria, crimen con desolación total. Los versos del siglo XXI del Dante Alighieri. El infierno en el Caribe frontera imperial. Siendo ya las manos que nos construyen y siembran nuestros alimentos. En un purgatorio de adefesios con delirios de grandeza y sabor dizque a séptima potencia regional. ¿Que pasará?. ¿Que será de nosotros en cincuenta años? se preguntaba. Todo estará bien balbuceaba Anselmo Paulino Roncones con la mirada puesta hacia la Atarazana en los antiguos almacenes ferreteros de Juan José Duarte. Dios, Patria y libertad pensaba.

En un abrir y cerrar de sus ojos llegó el mediodía. Un heladero en su triciclo rastrillaba su campana en espera de mejor suerte y la ansiada venta. De forma proverbial y como sacudimiento del diálogo se paró Anselmo Paulino Roncones e hizo señas al vendedor. Dame dos paletas de Coco por favor le vociferó. Con ternura desenfundó la de él y la de Claudia Pedralles para pasársela. La cremosidad de la paleta de Coco Bon era un clímax. Un coito gastronómico tropical de proporciones terapéuticas, con enormes poderes  evasivos de la cotidianidad.

 

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