Me opongo
sufro los designios sin control,
levantarse para envejecer,
esforzarse para perecer.
Me opongo
perversa ansiedad,
deseos oscuros al colapso,
segundos de gloria para la agonía.
Me opongo
sucumbir al clamor asesino,
viejos relatos instaurados,
historias sin presente ni porvenir.
Me opongo
a morir,
a concluir sin saber ni entender,
al palpitar y defecar puramente biológico.
Me opongo
a este yo de carne y hueso,
sombra de escollos con sueños,
látigo de fibra que agoniza.
Me opongo
a la furia egocéntrica sin sentido,
al amor que concluye para perderse,
al cuerpo con armadura frágil.
Me opongo
al mundo que gira,
al Sol hechicero y perturbador,
al rumbo inmarcesible de los acontecimientos.
Me opongo
a ese yo,
que persiste en salir y corroer,
sustantivo atroz que resiste querer.
Me opongo
a todo y todos,
a la dopamina escabullida,
al deseo aterrador de dormir y volver.
Me opongo
a sucumbir a los sospechosos pensamientos,
a ser o no ser,
en este juego de cartas.
Me opongo
desde el Gólgota,
con ríos de aroma a llantos,
sin la historia de Pedro el vencedor,
con la metáfora redentora del Salvador.