Las terapias lo perseguían. Hace ya días tenía sesiones para restaurar un dolor por lesión del codo derecho. Lo del codo y sus tendones tiene un status de medalaganario, según los entendidos. Entre frío y calor. Láser con leves shocks eléctricos. Ejercicios con pesas, y persistentes repeticiones de rutinas para descinchar y fortalecer. Siempre al finalizar, Anselmo Paulino Roncones se despedía de su terapeuta y lo miraba con un sentimiento inconsciente de que era un verdugo. Serían ya las cinco de la tarde cuando Anselmo Paulino Roncones descendía las escaleras del centro de terapias rumbo a su vehículo. Una llovizna suave pero copiosa poblaba los cielos del Piantini. Ya sentado en el carro, se dispuso a poner música para aliviar el dolor y el sufrimiento del escarceo terapéutico. Erik Satie en una versión moderna de Solince desplegaba como sincronizados aleteos de gaviotas en el alma su Gnossiennes no.1.
De repente, tan solo al doblar la primera esquina la lluvia adquirió rasgos de tormenta. A tan solo 1.4km de casa, Anselmo Paulino Roncones se sentía un prisionero desde su cárcel vehicular. Los hidrantes empezaban a enseñar sus miserias y congestión de la basura tirada. Una especie de tuete emocional colectivo junto a la lluvia, se apoderaba de los choferes al volante. Se frizaba el momento para entregarse como fotografía a la feroz fuerza de las lluvias torrenciales. Los excesos con sus carencias de la visión desarrollista nacional, enseñoreaban nuestros símbolos tercermundistas. Calma se repetía Anselmo Paulino Roncones como un mantra de búsqueda espiritual junto a las notas musicales de Satie.
Al cabo de una hora, apenas estaba frente a la Cadena de la Lincoln. Bocinazos, tigueres binbines secuestrados por el tigueraje trataban de moverse en aquél tranque de tránsito. Anselmo Paulino Roncones imploraba la paciencia: la ciencia de la paz. En medio de aquella mole de caos de urbe desorganizada, pensaba en las deficiencias del desarrollo nacional. Carajo y veinte años ya de déficit presupuestario, a propósito de la reforma fiscal a la vuelta de la esquina. Anselmo Paulino Roncones desmenuzaba el déficit, mientras amasaba el guía del vehículo. Las distribuidoras eléctricas con sus nóminas y sabrá dios cuantas diabluras. Los subsidios. Los sectores exentos persecula seculorum, muchos industrias si bien estratégicas, con ya decenas de años probados y ganando miles de millones de pesos; Y otros exentos con aroma a "pegaos" y chupadores impenitentes por generaciones de la teta nacional. El gasto corriente que sube y sube como la pasta. La baja en inversión pública, tan característico del PRD, pero que ciertamente al mismo pobre PRD siempre le tocan las crisis internacionales con sus choques externos. La deuda, con el terror de una milonga argentina, que junto a los intereses cada vez más aumenta su por ciento del botín de guerra montonera o presupuesto nacional.
Anselmo Paulino Roncones apenas llegaba a la Gustavo con Lincoln. Pensaba en el Jefe de Estado al vivir in sito el caos. La verdad que ser presidente de este país para una persona seria y bien intencionada debe ser el mayor castigo. Si bien el presidente hereda la flema política, pues su padre realmente empezó en el Estado y después fue empresario, debe sufrir muchísimo este hombre con raíces del Levante mascullaba Anselmo Paulino Roncones. Coincidentemente en medio del tapón le llegó a Anselmo Paulino Roncones vía Whatsapp, una entrevista en el Lístin del Jefe de Estado. Lucía jocoso, relajado y con mucha seguridad. Anselmo Paulino Roncones recordaba la experiencia de los segundos mandatos donde no se podía seguir. Pensó en Spota y la soledad del poder. Lo difícil de los cambios en estos lares donde tantos, los “verdaderos ricos y pobres”, pernoctaban la vaca nacional como modus vivendi para el disfrute y ocio de la Hamaca. Es qué carajo, repetía Anselmo, es tan difícil romper con el sistema. Destetar a los chupadores. Quebrar la motivación de la efervescencia política de los tantos que viven de la cosa pública. Del sueño dorado del mínimo esfuerzo. Llegar para resolver sus problemas materiales personales. O los más altos para concretizar sus enfermizas aspiraciones de pompas, lujos y poder. Para cambiar. Habrá que cambiar todo, y pensaba en la película Gatopardo de Lampedusa Anselmo Paulino Rincones jajajajaja. Empezar el cambio con el nefasto sindicato de maestros junto a los mismos tristes profesores.
Ya llevaba dos horas. El terror se apoderaba de Anselmo Paulino Roncones al ver la aguja digital del combustible de su carro en reserva. Llegaré pensaba. Apenas estaba a una esquina y media de casa. Pensó hasta en parquear en la calle y irse a pie, pero no había espacio ni para una hoja 8-1/2 x 11. Soñaba con aquello al recordar sus baños de lluvia de mayo en la misma calle de su barrio en aquellos finales de los 70 y principios de los 80, en aquél Lugo-Gascue apacible con aroma al poder del Palacio Nacional. Al cabo de media hora más, o sea 2:30 horas llegó a su parqueo en casa. Antes de apearse pensó: Cuando serán importantes las obras que van por debajo, como los hidrantes y alcantarillas que no se ven, en la agenda nacional. Cuando tendrán valor tanto como las faraónicas y de relumbrón visual político se preguntaba Anselmo Paulino Roncones. Cuando la planificación con la continuidad de estado será parte del desarrollo. Cuando tendremos respuestas al caos vial, que es lo mismo que hacerle frente a la educación nacional continuaba cuestionándose. Que es más que recursos como evidencian los resultados del 4% afirmaba. Mientras, mas que dilapidar recursos en campañas de imagen y obras para recalcar los cambios, porqué no hacemos un concurso internacional con empresas escandinavas ideal, para hacer una campaña educativa ciudadana sobre el tránsito en general, en procura de más conciencia ciudadana ante las terribles consecuencias de tirar la basura en las calles por ejemplo. Una formación para educar en lo importante de las acciones y de observar el ciudadano las reglas para poder realmente vivir en convivencia y de forma civilizada como polis. La transición humana verdadera de lo instintivo salvaje a lo racional, junto a las prendas de los principios y valores que enaltecen a Homo Sapiens pensaba Anselmo Paulino Roncones implorando a Tatica rumbo al ascensor.