Era viernes y la autopista las Américas era una postal del mar Caribe. Anselmo Paulino Roncones se dirigía a Punta Cana junto a Claudia Pedralles, su fiel asistente, a proseguir con sus ya voluminosas memorias. Una parada técnica en Shish Kabab fue necesidad. Sus afamados quipes en ágape gastronómico junto al legendario picante de don Elías eran caricias de ternura con profundo sabor a las mil y una noche.
Ya en su destino en la paradisíaca Punta Cana una hermosa villa de costa les recibía. Tras acomodarse y tomar una refrescante limonada con yerbabuena fueron al gazebo. Allí Anselmo Paulino Roncones divisó su alto techo de cana, pisos de ladrillos rojos, confortables sillones y tres hamacas amarradas en gruesos palos forrados en soga de cabuya. Invitó a Claudia Pedralles a sentarse junto al aroma de una agradable vista de la costa caribeña. El incesante choque de las olas, junto al frote de las espumas marinas en los arrecifes producía un ambiente celestial.
Luego de varias respiraciones con sabor a yodo Anselmo inicio su relato. Empecemos por favor Claudia susurró. Que curioso que estamos en el mayor polo turístico de nuestra floreciente industria sin chimenea. Los primeros turistas alemanes llegaron a estas playas la madrugada del 8 de mayo del 1940 de forma fortuita. Eran los tiempos de la segunda guerra mundial. Nuestro país era neutral y el tiguere de Trujillo sacaba provecho a esto. Esa madrugada un crucero británico y otro canadiense bombardeaban al SS Hanover del tercer Reich justo aquí en estos mares. Los ingleses lograron destruir la embarcación de Alemania. 37 marinos alemanes lograron llegar a estas costas en botes salvavidas y fueron recibidos de manera efusiva por nuestros campesinos. Fueron los primeros turistas alemanes en acariciar estas exóticas playas. El Caribe como frontera imperial era zona de alta importancia en el tráfico de suministros y provisiones. Aún la guerra realmente era europea, de hecho repercutía de manera global.
Tiempo después sucedió lo de Pearl Harbor resaltaba Anselmo en su relato a Claudia. La entrada a la guerra de los Estados Unidos cambio el rumbo. Por tanto salimos de la neutralidad. Por órdenes del otrora jefe y benefactor de la patria nueva el presidente títere Manuel de Jesús Troncoso de la Concha el 11 de diciembre del 1941 le declaró la guerra a la Alemania del Fuhrër, al imperio del Japón y a la Italia del Duce Mussolini. Dando un giro a nuestra diplomacia y entrando de manera inmediata en el escenario de la guerra junto a los aliados. Ese día al enterarse Adolf Hitler pidió un mapa. Al ver nuestra isla la pudo abarcar con un dedo y dijo a sus lugartenientes: ya le ganamos. Anselmo Paulino Roncones sonrió junto al recuerdo de aquella estampa imaginaria de Hitler.
El mar Caribe era vital en la guerra. Como en la época de la piratería se batía en él los destinos de las grandes potencias europeas y el nuevo orden mundial. Se sabe que Trujillo, como buen cuatrero, hacia negocios de suministros y permitía esconder a submarinos alemanes. Al girar el vórtice de su política exterior Trujillo sufrió la embestida de los submarinos alemanes, llamados lobos del Caribe. Cientos de submarinos U Boot alemanes vigilaban todo el Caribe para destrozar embarcaciones enemigas, cortar suministros a los aliados de petróleo de Venezuela, Bauxita de la Guyana, Azúcar de Cuba y República Dominicana.
En estas incesantes incursiones nosotros perdimos muchos barcos proseguía Anselmo. Recuerdo el San Rafael, el presidente Trujillo y muchos otros. Valientes militares de nuestra marina como De Wint Lavandier vivieron como pesadillas estas embestidas. Perdidas cuantiosas para nuestra marina mercante y el comercio. Por supuesto el tiguere binbin de Trujillo cobró sus seguros. Entre estos submarinos alemanes sobresalía U Boot U-156 con su capitán Werner Hartenstein. Fue un terror de estos mares junto a su tripulación.
Lobos del Caribe repetía Anselmo Paulino Roncones. Fueron un azote. Al final mi querida Claudia el balance de la guerra fue favorable para nuestra economía. Los precios de la Azúcar, las restricciones y destrucción de la guerra fue bonanza para nuestro aparato productivo. Llegaron los Judíos a Sosua huyendo del holocausto con su novedad de cooperativas y productos como el Salami. Por primera vez una mantequilla con calidad de producción local como la Sosua se fusionaban a nuestro pan de agua con ternura.
Siento el silencio criminal desde el recuerdo de estos Lobos del Caribe mascullaba Anselmo. Mar Caribe generoso y anónimo. Siglos de combates en tus aguas por órdenes de los corrillos impasibles del poder, otrora europeo hoy american way. Ajenos, indiferentes a tus servicios al mundo libre y la gesta de la sociedad abierta de Sir Karl Popper. Hoy vienen de vacaciones a estos paraísos tropicales. A botar el stress de sus frías ciudades. A sentir al frotar tus ternuras y tus saladas espumas de valor proverbial tú generosidad universal.