El término música clásica aparece por primera vez a principios del siglo XIX, en un intento por destacar el período como una edad dorada de la música. Esta corriente musical se basa principalmente en la música producida en las tradiciones de la música litúrgica y secular de occidente, principalmente Europa occidental. La música clásica se distingue de la música popular y de otras formas musicales no europeas por su característica notación musical simbólica. Dicha notación permite a los compositores prescribir de forma detallada el tempo, la métrica, el ritmo, la altura y la ejecución precisa de cada pieza musical. Esto limita el espacio para la improvisación. Wikipedia
Como en las bellas artes, la música clásica aspira a comunicar una cualidad trascendental de la emoción. Trascendencia que expresa algo universal acerca de la condición humana. Adentrarse en el mundo de lo sinfónico, hasta como espectador, es una exploración en el núcleo de la emoción que nos permite acariciar lo sublime. Dioses a imagen y semejanza que desde el tempo, acople, derroche de matemáticas, método y ensayo elevan la especie a luminosos rayos de civilización. Las orquestas sinfónicas son un símbolo del valor y el manantial de talentos desde la unidad de la colaboración humana en busca del progreso, lo sublime de propósitos enaltecedores junto a la creación musical como producto.
Absorto Anselmo Paulino Roncones escuchaba las disquisiciones de su presidium mental dictadas de Wikipedia sobre la música clásica. En paralelo disfrutaba desde la cama al inmenso Rostropovich. Este magistral cellista interpretaba, desde la sonoridad de su aparato de alta fidelidad, el preludio del concierto para Cello Suite No.1 de Bach. Paulino Roncones acariciaba la fina cabellera de Claudia Pedralles, su fiel asistente, que con el paso del tiempo junto al cúmulo de afinidades y roces de dictados con caricias se convertiría en su amante. Tierna y generosa daba a Anselmo alegría con esplendor de virilidad para el dictado de sus memorias. La ternura de la roja bata de seda de Claudia erosionaba los olvidos y desencuentros. Fluía la memoria para verter con tinta sus recuerdos húmedos de besos y la maestría proverbial de Claudia en cada toque sensorial.
Al enterarse del fallecimiento de la matriarca de Sinfonía elevó una plegaria por la dama de la música en RD. Como amante de lo clásico, desde el luto simbólico y en comunión con el frote de cuerdas del Cello de Rostropovich, con la muerte de Doña Margarita Anselmo recordaba al viejo Copello. La construcción del emblemático edificio Copello – bajo diseño y supervisión del afamado arquitecto Guillermo González Sánchez- frente al Baluarte fue un icono del siglo. Era el 1938 y al derribar escombros para el desarrollo de la obra aparecieron tinajas repletas de morocotas y monedas de oro. Fue un revuelo en aquél Navarijo. Recordó que los obreros le echaron mano y fueron al comercio mas cercano a cambiarlas por refrescos y abarrotes. La noticia corrió como pólvora querida Claudia masculló Anselmo. Al poco tiempo el tiguere de Petán se apersonó donde el comerciante asturiano a inventariar las monedas. Dicen que el astuto comerciante inmediatamente le entregó al amo y señor de Bonao ocho monedas de oro al abrir su caja frente al inefable Petán. Tiempo después el sabio asturiano se mudaría a unas nuevas instalaciones con mucha mayor amplitud y un surtido generoso de mercaderías. Cuentan -proseguía con su relato Anselmo- que hasta el mismísimo Generalísimo, perimpleto de San Cristóbal, hizo presencia en la obra ante la novedad dorada. Inmediatamente ordenó -desde su voz aflautada- derribar todos los viejos muros coloniales en la propiedad. Afirmaba el rumor público aparecieron varias botijas más. El jefe en un gesto magnánimo las compartió con Copello. Luego por esos caprichos del benefactor de la patria nueva le arrebató hasta su legendaria empresa La Tabacalera al italiano Anselmo Copello. Este artista de la política dominicana era amo y señor de vidas y costumbres en su finca. Como acabas de escuchar Claudia -afirmaba Anselmo- el edificio Copello tiene muchas historias interesantes no solo la fama de ser sede de aquél gobierno en armas en toda aquella confusión llamada revolución en el 1965.
Acaramelados desde unas tenues caricias fruto de un amor adulto suspiraban Anselmo Paulino Roncones y Claudia Pedralles. Ella solterona pero en delicada conserva había perdido la virginidad con Anselmo desde el deleite y el gozo sin prejuicios ni frenos. Soledades fusionadas desde un húmedo manantial reposado de complicidad. Mozart, Bach, Beethoven, Brahms, Schubert, Vivaldi, Verdi, Tchaikovsky y Chopin aportaban musicalidad y una sonoridad sublime a sus poblados escritos de memoria junto a la bendición de los grandes maestros. Aires europeos de civilización necesarios que aportaban la paz serena en estas hermosas tierras de trópico y cocotales para bien ambientar el recuerdo e escribir.
Un café desde los ventanales de su habitación junto a la fotografía desde lo visual de los arrecifes del Malecón le acompañaban. Hoy es 26 de Julio del 2021 Claudia susurraba Anselmo. Un día como hoy del 1899 un grupo conspirador, encabezado por Ramón Cáceres, Jacobo de Lara y Horacio Vázquez asesinaron en Moca al dictador Ulises Heureaux. Símbolo maldito de dictador junto a Trujillo del sentir aspiracional de muchos en el ethos nacional. Desterremos este maleficio Claudia afirmó Anselmo. Desde la fidelidad de su tocadiscos Denon junto al poder de sus bocinas Marshall-Emberton brotó con majestad la musicalización del poema de Friedrich Schiller "Oda a la Alegría" en la novena sinfonía de Beethoven. La batuta magistral de Leonard Bernstein le desterraba a Anselmo Paulino Roncones y su inseparable Claudia Pedralles cada bruma, cada desencuentro en sus poblados recuerdos desde el preciso poder de la sonoridad clásica.