Muchos años después Ambrosio Nuñez Castelar volvió a la isla del encanto. Un airbb en el céntrico Oasis Garden de Guaynabo se convirtió en una maquina del tiempo. Un escenario desde el hipotálamo de numerosas fotografías preñadas de recuerdos y vivencias de su niñez en la tierra de Eugenio María de Hostos. Aquellos aires de primer mundo en cada verano en Puerto Rico, en contraste de aquél sentimiento de aldea de su Santo Domingo de aquellos tiempos. La peregrinación en busca de la variedad de Plaza las Américas. De calzados escolares confortables, en contraste con aquellos tristes mocashoes, y ropa agradable y de telares amistosos. La sencillez de un buen chocolate u la variedad culinaria junto al asombro en aquellos tiernos años del brillo y luces de los establecimientos de comida rápida con sus maquinas de refrescos que expulsaban magia con gas. RD en otro momento, enfilada llena de necesidades en el proceso de la sustitución de importaciones del economista Prébisch, pero a la usanza tercermundista. El modus operandi de nuestros industriales criollos carentes de competencia, dólares a la par y todas las facilidades. Nunca pensaron ni de lejos en el bienestar y comodidad del consumidor. Obligados a carabina quien no podía viajar, tenia que consumir si o si la escasa oferta de la producción nacional.
Fiestas y sabor Boricua. El olor a playa en plena ciudad con la algarabía y la belleza de las puertorriqueñas. El recuerdo de aquellas mañanas de risas junto a Bob Marley y Led Zeppelin en una tanda delicada de Frisbee con sabor a espumas caribeñas en la playa Ocean Park. Todas las tardes con buena vibra y música en vivo en el emblemático Shannon’s Irish Pub. Ambrosio saboreaba con el recuerdo. El sentimiento de libertad, la propensión de la juventud y sobretodo las chicas boricuas al goce, disfrute hedonista del placer como filosofía de vida. Aires imperiales repletos de abundancia. La poca preocupación ante un tío Sam rico y poderoso dispuesto a abrir la caja chica para su isla y soldados para guerras incondicionales con bases militares en el Caribe. Ambrosio Nuñez Castelar le invadía la nostalgia sentado desde aquella ventana de Guaynabo en medio de una sinfonía de los Coquí. Como Juan Salvador Gaviota voló a Arecibo, tierra de sus ancestros Gallegos-Boricuas, por todos sus contornos y hermosos campos con aroma a café. El recuerdo con el olor del imperiale de Guerlain junto al rostro de su amorosa abuela: delicada, con temple y finamente culta. El roble imaginario del bisabuelo Pepe, una especie de Cid campeador imbatible. Cuantos flashes, cuantos recuerdos. Recordar es vivir dos veces martillaba Ambrosio.
Tomó la prensa. Ah la vida pensaba. Como cambia todo. La inestabilidad de la isla fruto de la crisis económica espantaba. Tres gobernadores en menos de un mes increíble. El Welfare producto de la dádiva imperial expiraba hace años. Los boricuas debían iniciar y trillar su propio camino. El dolor de soltar las muletas u las manos a un padre generoso y construir su futuro con un presente de esfuerzos y sacrificios. Ya las farmacéuticas hace años buscaron otras latitudes mas viables. El gran capital migra y se mueve al ritmo de la plusvalía. La economía de consumo a la usanza sajona colapsaba ante los créditos y las capacidades de consumos en ascuas. Los tristes vientos del ciclón desnudaron y colapsaron un sistema inviable cuando se gasta más de lo que se produce. Que espejo para RD pensaba Ambrosio Nuñez Castelar, repetía ya nosotros debemos 44,000 millones de los verdes, y la mayoría bonos soberanos; un ruido de aves rapaces invadieron sus oídos.
Hacia las 10:30am pidió un Uber. Tenia una reunión con un suplidor norteamaericano quien lo había convidado a viajar a Puerto Rico y juntarse allí. Al llegar al Caribe Hilton fue al bar (barra histórica donde su barthender inventó el legendario cóctel tropical piña colada) y pidió una piña colada de leyenda junto a una emblemática alcapúrria. El recuerdo de su querido tío y primos junto al aroma de aquellas canchas de tenis donde tantas veces jugo se esparcían y dominaban su memoria. El tiritar imparable de su playa con sabor profuso a mar Caribe y cocotales. Tal como sentenció Hostos Las Antillas; Cuba, Dominicana y Puerto Rico alas de un mismo pájaro. Miss you de los Rolling Stones brotaba desde el surround como nubes siderales por todo el bar. Llegó el gringo, Ambrosio lo saludo y le extendió un tabaco de regalo. Como un niño agradeció y sacó su encendedor. Como si fuese un cielo acaramelado Stephen Fitzgerald expulsaba una humarada de un OpusX Carlos Fuente. Señorial un sabor al Cibao tomó el control como estrellas de eternidad.