La paz le seducía. En apenas dos días, producto del encierro por el paso de la tormenta Franklin, saboreaba el ocio con matices de vida contemplativa. Byung-Chul Han el filósofo de la contemporaneidad, aparecía en sus pensamientos como elogio tras una prolongada inactividad. Tras dos largos días de lluvias intermitentes, la fragilidad de las barriadas y hacinamientos de la periferia de la Primada eran manchas. Símbolos de lo aún mucho por hacer en nuestro proceso evolutivo social. Como un deja vù Anselmo Paulino Roncones se incorporaba a la mañana y se sentía en tiempos de pandemia. Fluía como parte de una agenda sin prisas, ni mandatos imperativos producto de la responsabilidad. Desayunaba en quietud junto al tiritar de la lluvia, que cantaba con majestad total al frotar con sus gotas todos los vidrios, paredes y ventanales.
La primera plana de la prensa evocaba. Angelita I había partido en medio de aquellos torrenciales aguaceros tropicales, como metáfora del amor en tiempos del cólera. La hija mimada de Chapita el cuatrero. La del traje de 80,000 mil dólares para encabezar el más pomposo desfile jamás visto firmaba con los cachorros. Anselmo Paulino Roncones se seducía con el recuerdo. La estética como religión en el régimen. Los desvelos del ilustre jefe por la pompa, el orden y, la grandeza de lo aparente. El relato de la dictadura, como caricatura tropical, por la grandeza de la patria. El orden establecido para el progreso. La cultura hispánica enaltecida como raza y costumbres con los Peña Batlle a la usanza de un Heidegger caribeño. El merengue con categoría de estado, con La Súper Orquesta San José con los propósitos de un Wagner filosófico cultural para solidificar el altar. La grandeza de los 25 años de transformación de aquél hombre. El mesías redentor de la dominicanidad. El alfa y omega que ha hecho posible lo imposible. El dios de la tierra en persona como dueño de la finca. Amo y señor de vidas y costumbres.
Anselmo Paulino Roncones daba sorbos a su segundo café matutino. La estética como religión. La religión como estética le daba vueltas leyendo la crónica de la partida de Angelita. Yates y hospitales surcaban su conciencia. La estética como religión estaba presente en el presupuesto del estado y la nómina pública. Desde el génesis de la república: vivos, tigueres binbines, oligarcas, familias, políticos de turno, marrulleros, guardias, hijos de guardias, negociantes suplidores del estado, amigos, enllaves, expertos en adulación con lamboneria, compañeros y compañeritos, canchanchanes de alguna u otra manera accedían a la vaca nacional. Chupaban la teta como religión, como estética de un mundo idealizado por un pato macho presidencialista que premia o castiga. Como un redentor soberano que nombra y define. Que manipula los resortes, como un orfebre místico, en la balanza del destino nacional. Un Cid que arrebata, un capitán inmaculado que dirige las eternas tropas de la montonera. El líder del camino idóneo para ascender en la pirámide social nacional.
Absorto, Anselmo Paulino Roncones divisaba los cielos oscuros por la pertinaz lluvia desde su balcón. La última encuesta de Latinobarómetro le era un amargo recuerdo. Muere una princesa y vienen otras. Matan a Trujillo y florecen trujillines por todas partes. Nuestros avances han sido muchos y significativos. El empuje con vigor de nuestra economía diversificada como potencia caribeña es palpable. Lo precario aún, para la posibilidad en la consolidación institucional de la nación son manchas. Son un ADN maldito desde los tiempos de la fundacionales.
La poca credibilidad del sistema de partidos sopesaba Anselmo Paulino Roncones, tan necesaria para la democracia, le asustaba. Las recientes alianzas electorales-presupuestales, cual cuento de Alí Baba y los cuarenta ladrones como reparto, era una caricatura de llorar. La reelección como la virilidad necesaria, la fuerza hecha verbo como sincretismo de un plátano power, de un Horacio o que entre el mar. Los fenómenos climatológicos en estos trópicos y, nuestra real aún fragilidad institucional eran un símil susurraba Anselmo Paulino Roncones. Producían los mismos sentimientos de temor, cierto vacío e inseguridad. Aunque los duchos. Los versados en la experiencia, aunque fuesen contracorriente, simplemente sabían remar en esas aguas de sálvese quien pueda. Conocían el valor de tocar el manto de nuestra Tatica, a lo Dr. Balaguer tras la caída de su helicóptero, para dar gracias por todo y, implorar su protección desde este folclore de gozo nacional. Religión y estética en maridaje. Con aroma a Sancocho en tiempos de lluvia y, el sentir de comodidad en una Hamaca proverbial estampada con una na e na y to e to; como versículos de una estética de religiosidad nacional.