Caminando al azar por los caminos,
por los muchos caminos distintos de la vida,
voy tirando palabras desnudas en el viento,
como quien va tirando, distraído,
semillas de naranja sobre el agua de un río.
Franklin Mieses Burgos
Tú boina espigada
buscando los cielos desde tú trópico íntimo,
el fragor del litoral con tus palabras humedecidas,
poeta de la isla desde la ciudad de Ovando.
Cantor de la vida junto al calor proverbial
filósofo de versos,
compusiste aquél merengue de soledades,
con aroma al ritmo eterno de todos los tiempos.
Tú ángel destruido
desde el Génesis de los Vedas,
no había nada, ni visible ni invisible,
ni región superior,
ni aire ni cielo,
donde no existía la muerte ni la inmortalidad.
Como tú vate exquisito; con mi necesidad y vuestro permiso repito tus versos:
Ignorado de sí -lo mismo que la nada-
clamaba por un nombre;
por una voz tan llena de sangre que lo hiciera.
A sus pies el silencio del orbe era un gran río
de soledad cayendo,
un mundo serafín de bronce arrodillado:
-Quiero un labio que esculpa
mi nombre sobre el aire.
Un eco que responda preciso a mis palabras.
No, no es posible que exista sin que me piense nadie.
Mi realidad se hastía de ser para mí sólo.
Sin otro que me sienta temblar
yo no sería. . .