Bagdad ardía en todo su imaginario. Los Jardines Colgantes de Babilonia repletos de palmeras y dátiles resplandecían como belleza y deseo humedecidos a orillas del río Éufrates. Los versos de Nabucodonosor II a su amada Amytis brotaban por todos los jardines como palabras forradas de oro y eternidad. Las reminiscencias del imperio Babilonio, desde aquél mandato de Hammurabi, se sentían por todo Babel como centro de gravedad regional político, religioso y cultural.
Sandino Borges Unamuno frotaba sus labios en cada palpitación, en cada paso por esas ajenas tierras de medio oriente. Conocer la historia de los Reyes Magos era obsesión; necesidad imperiosa. Las imágenes del recuerdo de Melchor, Gaspar y Baltasar se esparcían como luz en sus posibles puntos de origen: Mesopotamia y Persia. Melchor anciano de barba blanca; Gaspar, el joven de cabellera rubia; y Baltasar, hombre maduro de piel oscura, representando las tres etapas del ser humano. Sandino recordaba el Evangelio de Mateo y buscaba en aquellos cielos como los magos la estrella de Belén. O ansiosamente buscaba a Sirio -la estrella más brillante- en el firmamento o al cinturón de Orión con sus tres estrellas alineadas. Sandino cerró los ojos y extendió sus manos; frotó desde su imaginario incienso, oro y mirra. La búsqueda del valor espiritual era necesidad. El mensaje de aquella mágica cabalgata hasta los pies del pesebre, el valor de la ofrenda al Mesías, al redentor de la humanidad era un mandato que ansiaba conocer Sandino Borges Unamuno.
Dias después, cansado de tanta leche, miel y dátiles cual beduino del desierto, decide volver a sus trópicos. El objetivo principal y de carácter terapéutico era desterrar aquella frustración, aquel terror de su niñez de los desfiles de aquellos tristes Reyes Magos de los Bomberos de la avenida Mella que peregrinaban con aquella dolorosa estampa por el parque Independencia. El retrato como pesadilla, el olor maloliente de aquellos chongos y pencos; junto a los dolorosos disfraces de los Reyes les fueron una pesadilla eterna en la memoria de Sandino. Cual camino de Santiago; esta peregrinación era cura espiritual como un bálsamo de Gestalt para el alma.
Listo para marchar tomó un Uber. Al llegar al aeropuerto de Bagdad una onda expansiva de horror y soledad asfixiaba. Horas antes drones poderosos, como Reyes Magos de la maldad asesinaban al teniente general y comandante de la Fuerza Quds Qasem Soleimaní. Como bocinas odiosas imaginarias Sandino Borges Unamuno sentía en sus oídos la frase: somos los bufones del tiempo y el terror. Turbas de musulmanes desorientados, frases del Corán como lluvias de sangre manchaban el cielo. Un ardiente sabor a choque de civilizaciones atiborraron sus papilas. Sandino repetía con lágrimas que carajo hago aquí. El sueño de revertir sus pesadillas de aquellos 6 de enero en su niñez mutó mas bien en horror.
Tambores de guerra. El nuevo orden mundial y geopolítico, el contrapeso de nuevas fuerzas. El aburrimiento de décadas de relativa paz quebraban el orden establecido. Un gemido de locura desde occidente torpe y aguerrido. Ignorante de la historia, la política y la diplomacia. Drones azules como capitanes de empresas; derribando competidores y viejos edificios. Despejando terrenos para la voluntad y los deseos del más brillante desarrollador de proyectos de todos los tiempos. El líquido de la sociedad de Zigmunt Bauman se esparcía con su gran líder; sombras, penumbra y oquedad.
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