El clima conspira. La efervescencia poderosa que transpira la hamaca asfixia y retuerce en un nauseabundo malestar estomacal. La lucha por el poder, el reparto descarado del producto de las ubres de la vaca nacional constipa los ánimos. Cualquier mequetrefe jurídico amante del chantaje y defensor de reelección; cualquier otrora joseador de tragos en el Mesón de Barí, en tiempos de ingeniero de tercera categoría, es noticia relevante. Síntoma del péndulo de la suerte del estado, y el futuro manejo del botín nacional. Son tantos los que chupan del animal nacional, que el circo y los pleitos de sus plebes bufones son pragmatismo del acontecer. Definen la suerte de tantos de manera individual. Cual foro público, a la vieja usanza trujillista, el chisme de patio y cabaret como razón de estado. Pulsor del curso y acontecer de los tiempos.
Somos un microcosmo. Una eterna posibilidad de ser una caja de resonancia que transmite el bien o el mal, la luz o la oscuridad. Somos un Dr. Jekyll o Mr Hide en toda su eterna posibilidad. De ahí el éxito literario del gran Robert Louis Stevenson, hasta convertirse en una descripción del periodo Victoriano, todos identificados en la soledad de la lectura. Por su perforante dicótomia del siglo XIX de respetabilidad externa y lujuria interna. La fotografía literaria de esa gran dualidad humana entre el bien y el mal. El teatro de lo externo hoy se diluye. Se disipa en la sociedad líquida y la era de la pos verdad. Ángeles y Demonios. El bien o el mal se confunden en un relativismo a escala global.
Junto a Robert Langdon llenos de preguntas y respuestas. llegamos, en viaje imaginario, a la pirámide de Pei en París de la mano de Dan Brown. Repletos de impotencia, con la bilis negra brotada y esparcida procuramos el camino de la iluminación. Con el espíritu del Carmalengo y la milenaria paciencia eclesiástica procuramos los cuatros elementos en busca de las respuestas: Tierra(bilis negra o melancolía), Aire(Sangre), Fuego(bilis amarilla) y agua(la flema o pituita). Porqué tantos demonios en el espectro del alma nacional. Aquél karma desde los inicios del 1844, plasmados por García Godoy y Henriquez Ureña en la idea de la intelección nacional.
En el mélange y el tedio nauseabundo de una tarde tosca, aburrida y oscura. En la pesadumbre de un hartazgo de peste púrpura llega la noticia. La partida de Anthony Ríos de este plano terrenal. Como un corto-metraje la vida de este bohemio y orfebre del placer, a la usanza del jefe(sueño de la mayoría de machos dominicanos). Sabio para diluir el dolor y aupar el desorden del trópico, se proyecta por mi mente. Resuenan, desde una vellonera imaginaria en Villacon, las letras de Fatalidad: Una vida tan vacía, sin amor, sin esperanza que me hizo no creer más…..Fatalidad. La fatal ignorancia de la alegría nacional, el gozo del fiao como modus vivendi. El volver y volver mesiánico de un alma redentora. La eterna reelección de la fatalidad. Duarte filorio soñador; espuma de versos imposibles de sembrar. Fiesta y mañana gallos. Esperando a Godot, en un sinsabor del absurdo. Clamamos nuestro Steven Pinker en defensa de la ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso.