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LAS MARIPOSAS

Chapita magnánimo repleto de ego y maldad manda a soltar las mariposas, la era sangrienta requería de su final de horror. El atentado a Rómulo Betancourt y las consecuentes sanciones de la OEA anunciaban la culminación de la era gloriosa, el aislamiento definitivo del sátrapa.

El 25 de Noviembre del 1960 sería el inicio del fin. Las hermanas Minerva, María Teresa y Patria Mirabal venían de Puerto Plata de visitar en la fortaleza San Felipe a Manolo Tavárez y Leandro Gúzman, esposos de Minerva y María Teresa, prisioneros del régimen trujillista. Ya en la carretera el jeep se desplazaba serpenteante por aquellos tristes caminos, la oquedad de un sol tropical repleto de soledad, los dioses del parnaso caribeño dormían. Las hermanas juntas a su chófer Rufino de la Cruz iban rumbo a Salcedo. Su hogar místico Ojo de Agua con aroma a cacaotales y el sublime revoloteo de mariposas en aquellos verdes y hermosos campos; en esa agonía que imponía el régimen a sus desafectos.

Al llegar al puente Marapica la estampa de un temido cepillo Volkswagen atravesado en el puente, expulsaba un sentimiento de tragedia por el muffler. Las instrucciones del jefe a los criminales Johnny Abbes, Cándido Torres Tejada y Víctor Alicinio Peña Rivera -Jefe del SIM del Cibao- eran claras y precisas. Ciriaco de la Rosa, Ramón Emilio Rojas Lora, Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Nestor Antonio Pérez Terrero y José Andelíz sus esbirros ejecutantes. Con la rapidez de la maldad abordaron a las heroínas y su chófer. Amordazadas y sometidas junto a un Rufino indefenso, las mariposas con hedor a terror observaban los cielos con la dignidad de su dorado sacrificio. Raudos y veloces como hienas apestosas, fueron los esbirros al encuentro con el alicate de Trujillo y discípulo de Johnny Abbes el cruel verdugo Víctor Alicinio Peña Rivera a la casa de torturas en la Cumbre.

Aún gimen en el firmamento de las escarpadas montañas del Cibao el dolor eterno de las Mirabal. Paleadas, asesinadas brutalmente tiñeron de sangre toda la conciencia y el alma nacional. Este horrendo hecho consternó los ánimos de toda la nación, fue el fin de la más sangrienta dictadura de todos los tiempos. Los paños menores de un ethos envilecido, secuestrado por la adulonería y el lambonismo nacional.

Desde 1981, en la más universal de las fechas patrias, los 25 de noviembre se celebra el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Y reza la declaración de las Naciones Unidas: "Todo acto de violencia basado en el género que trae como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida publica o en la vida privada."

Muchos años después muta la intolerancia. Los trujillines pululan por todo el territorio nacional en versión de machotes. Seguimos encabezando los indices de violencia contra la mujer. Siguen medrando en torno a la vaca nacional los caudillos mesiánicos. Continúan innumerables ciudadanos cortejando el poder como modus vivendi, como almas bajas y carentes de clase para surcar los cielos con sus propios esfuerzos y luz propia.

Vivas en su jardín como mariposas otoñales cantan sonrisas de un legado valiente, cálido y atemporal. Nardos y Azucenas perfuman los pilares de estas tierras para desmentir la pequeñez de lo dominicano. Palmas altas rodeadas de puercos susurran las cartas doradas repletas de valor de Minerva a Manolo. El valor de enfrentar la tiranía de las hermanas Mirabal perdura. Son pues una canción de fe, fortaleza y esperanza para los que añoran el verdadero cambio. La fragilidad de estos 58 años de nuestra criolla democracia demandan de enaltecer estos valores. Altares como símbolos patrios escasos que han de perdurar y promoverse por la necesaria memoria y alimentar la conciencia de las venideras generaciones.

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