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HOY 27 DE FEBRERO

Llámame Gumercindo Camacho Fernández. El brillo tenue de la luz en el firmamento, junto al perfume esparcido del alma del prócer me atraganta. Siento el temblor en todo mi cuerpo al cambiarme, el hedor de mi traje Hugo Boss para asistir a la asamblea nacional me tortura. Hoy, como un antes y después, mi conciencia me martilla como miembro del politburó marxista. Como hacedor de las políticas hegemónicas de la peste púrpura que hoy hacen aguas. No quería que llegase el día, deseaba permanecer en la oscuridad, en la gloria terrenal antes de esta última asamblea nacional. Había olvidado el principio del siempre inminente cambio en la dialéctica, el despertar.

Escuchaba al líder en esta retahíla de cifras. Logros indudables de 20 años de partido hegemónico. 27 paginas de obras por toda la geografía nacional. Al inicio hizo alusión al momento político, al sabor amargo de cacerolazos y reclamos de grandes segmentos del pueblo. No habló de la corrupción, del triste papel del ministerio público y su jefe en la historia de la impunidad. Tampoco de la seguridad, ni del tema migratorio. El coronavirus no existe para el caudillo de San Juan. De la deuda, el peso de la deuda -que nos legó Balaguer en 3,800 melones de los verdes la llevamos a 39,000 melones Washingtonianos- ni la mencionó. No dejaba de surcarme por todo el hipotálamo con vengativa luz. La pesadilla de que 15 o 20 por ciento de todos los recursos públicos pasaban por este politburó corrupto (Como Lilis, Trujillo y los generales de los 12 años). Controlamos todo a la usanza de Stalin o Goebbels,  hasta la conciencia previa al voto como expresó el Temo aquél (si el mismo que cobra hasta el perro de su casa en el estado) ayer embarrado en Odebrecht. Éramos todo lo contrario que decíamos. Bosch era incómodo en nuestra realidad.

El desencanto de estos nuevos filorios me provocó este malage. Esta bilis negra depresiva que carcome mis entrañas. El espíritu de la plaza. La verdad desenmascarada antes los reales problemas, mi pasado hijo de puta anti sistema chocaba con esta vida de opulencias y principesca. Con mi mentira, mi ego y extravagante vanidad. La pugna, las luchas de las dos mafias (San Juan y Villa Juana) por el poder ciega. Aturde el sentido y el olor del momento.

Junto al telepronter del débil orador de sospechosa estampa, se esparcían por los techos de la augusta asamblea las grandes preguntas de la conciencia nacional. El clamor de la plaza de la bandera, el espíritu de las espumas batidas del alma del prócer de la patria:

A- Que pasó y quienes fueron los responsables de lo sucedido el 16 de Febrero.

B- Cuando tendremos un ministerio público real. Cuando se castigará la corrupción y cesará la rampante impunidad.

C- Que pasará aquí finalmente con el tema Odebrecht y la retahíla de corruptos pasados y presentes.

D- Porqué ya hubo banqueros presos y no tenemos políticos.

E- La crisis total de las instituciones vs. el crecimiento económico. El indudable retroceso institucional con el caudillo peste púrpura de San Juan. La total desconfianza en todo y la peligrosa posibilidad de la ruptura del contrato social.

F- La real motivación de todo el gasto público. Incluyendo los bono todo – gas, luz, romo, droga, compañero- como arma política e hegemónica. Como foco contaminante de corrupción. Donde quiera se mueve un peso están los intereses de la corporación.

E- Hasta cuando el estado como herencia patrimonial rastrera y eterna escalera para el ascenso en la pirámide social.

Gumercindo Camacho Fernández se estremecía ante este auto inventario con pavorosos cargos de conciencia. Lo del 16 de Febrero es la crisis total de las instituciones. El colapso total del sistema de partido hegemónico. La manifestación de una esquizofrenia política con la compulsión adictiva por el poder y los fondos públicos. Incapaces de hacer abstinencia. Perdida de contacto con la realidad. Pavor a verse privados de su libertad.

La plaza vibra. Las banderas revolotean los aires de cambio. Los posibles sucesores de la poltrona ven y escuchan la voz del pueblo, la voz de dios. Esto es un antes y después sin retroceso. La rendición de cuentas llegó. De todos el deber sea pacífica e ejemplar. Gumercindo tenia miedo. Las letras del Castigador de Rita Indiana lo torturaban. Su mugrienta alma sabe a pasado, a montonera y tigueraje nacional. La juventud le canta al futuro, con amor, justicia y fraternidad. Más democracia con verdaderos aires de progreso. En orden: Dios, patria y libertad.

 

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