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AUNQUE ME CUESTE LA VIDA

Cuando despertó respiraba una estela de horror. Las imágenes, con profunda carga de drama humano desde la Franja de Gaza, le eran espeluznante. Como los evangélicos, Jacques le Bon repetía los finales, son los finales ante el constante escenario dantesco. Las policrisis, unas tras otras, en toda la esfera global eran una zozobra que torpedeaba el frágil sentir de seguridad a toda la especie humana. Estarán gozosas las demás especies, vociferaba Jacques le Bon. Hemos sido unos consumados depredadores, unos salvajes guerreristas y voraces consumidores de toda la diversidad de este pequeño planeta de esta determinada galaxia. Apesadumbrado, Jacques le Bon casi tocaba la metáfora del juicio final. El triste aroma autodestructivo en la actual encrucijada de la humanidad. Con profundo desasosiego Jacques le Bon veía como el horror de Gaza, suplantaba la reciente primacía de la intervención de fuerzas internacionales en Haití. Una tras otra las policrisis como constante, la capacidad de asombro se desvanecía creando una cruel atmósfera de la banalidad del horror.

La Pandemia no produjo el despertar anhelado. Más bien, susurraba Jacques le Bon, trajo más soberbia e iniquidad. Tras el encierro, el ethos global está más poseído del atroz y ciego egoísmo. Jacques le Bon acariciaba las páginas de la prensa con cierto desencanto hacia el rumbo de la humanidad. En El Sube & Baja del periódico Hoy aparecían las lapidarias palabras del estadista uruguayo José María Sanguineti: Israel lucha por su subsistencia desde hace 75 años, cuando en Naciones Unidas, se crearon dos Estados; el Estado de Israel y el Estado Árabe. Hay que partir de esa idea. En aquel momento los Estados Árabes repudiaron el acuerdo, se lanzaron a la guerra para destruir Israel y abandonaron así lo que podía haber sido la solución hasta hoy. Cuanta verdad sentenciaba Jacques le Bon. Pero caramba cuantos siglos tenían ahí ya los palestinos, se preguntaba. Con bruma, recordaba Jacques le Bon las palabras del filósofo Judío Karl Popper con lo nefasto que sería el sionismo. 

Jacques le Bon recordó el aquí y ahora, al acariciar el madero de su comedor. Proseguía en la lectura de la prensa y se detuvo en Hoy en la Historia. Haciendo uso del inagotable recurso estratégico humano, cambiaba de tema para soltar las persistentes tinieblas del presente. Dicha columna recordaba a Luis Kalaff, quien falleció en Santo Domingo en el 2010. Tras leer aquellas breves lineas Jacques le Bon tomó su celular y fue a Wikipedia: Luis Kalaff Pérez compositor, guitarrista y cantante dominicano. Hijo del comerciante de origen libanés Juan Kalaff y de Bernavelina Pérez (dominicana). Fue un prominente y prolífico compositor de canciones. Su primera guitarra la construyó él mismo, a la edad de catorce años cuando se inició en el oficio de carpintero. Luis Kalaff Pérez la encontró en una calle, la remendó. Comenzó a tocarla y desde entonces fue su más fiel compañera. Llegó a incursionar en géneros como el merengue, mangulina, salve, carabiné y bolero, entre otros. Fue el primero en llevar la mangulina a la Radio. Llegó a componer casi dos mil canciones, muchas de ellas interpretadas por cantantes dominicanos como Alberto Beltrán y Fernando Villalona. También cantantes de otras nacionalidades han interpretando canciones de Kalaff por ejemplo Julio Iglesias y Rafa Galindo, entre otros.

Aunque me cueste la vida tarareaba Jacques le Bon. Recordaba al icónico lugar de la ciudad de Ovando El Sartén y, sus tiempos de bohemia. La Mecha gritó. De repente una atmósfera de romance, de búsqueda de la inteligencia espiritual y, saltos genuinos del alma contrarestaba la actual dictadura musical de sexo burdo, el tener estrepitoso de mal gusto y la inteligencia artificial. La sonrisa de Kalaff, junto a la voz de Alberto Beltrán se le esparcía por todo el recuerdo a Jacques le Bon. Como flashes, como un viaje por la historia de la humanidad, Jacques le Bon repetía los versos del sobreviviente del Holocausto y, gran poeta rumano-judío Paul Celan: ¿Quién dice que se nos murió todo cuando se nos quebraron los ojos?. Todo despertó, todo comenzó. Sueños, pesadillas. Luz y, oscuridad. Empezar, terminar dominaba el mundo de Jacques le Bon como teatro de marionetas. Se observaba como parte microscópica y pasiva desde una imaginaria fotografía. Kalaff con su guitarra a cuestas le recordaba otros mundos y, otras latitudes. Morir de odio o amor; vivir siempre es complejo. Más que entender, ¡vivir! repetía Jacques le Bon junto al ritmo y los acordes del gran Kalaff: Aunque Me Cueste La Vida/ sigo buscando tú amor/Te sigo amando/ voy preguntando/Dónde poderte encontrar…

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