Anarquía con disolución total. La barbarie impera y reina a sus anchas en todo este triste conglomerado humano. Terremotos y huracanes. Sequías desoladoras propias de sus devastaciones e incultura. Robo y explotación inmisericorde de políticos junto a una élite maldita del Levante que no hecha raíces ni conjuga sentimientos de pertenencia, que nada hace por su pueblo ni en pro de la construcción de sus instituciones. Desde el bebé Duvalier, quien destruyó la élite comprometida con la producción y el desarrollo, el poder económico es de unas cuantas familias de ascendencia Árabe de la zona del Levante. Beduinos nómadas depredadores que solo exprimen y explotan a ese desgraciado conglomerado de almas salvajes.
Sálvese quien pueda. Como realidad de un infierno dantesco. Haití arde al son de tristes tambores, lágrimas, horror, desesperación y la más abyecta indiferencia de la comunidad internacional. Desde el pasado 24 abril se recrudeció aun más. En Canapé Vert una turba enardecida empezó a tomar la justicia en sus manos linchando a 13 pandilleros. El grupo de una especie de paramilitares golpeó, apedreó para después colocarles neumáticos, rociarles gasolina y prenderles fuego. Bwa Kale le llaman, que significa pene pelado literalmente. Una forma horrenda de hacer justicia de estos grupos humanos salvajes. Un ejercicio bárbaro de los tiempos del sacerdote Aristide. Una costumbre poderosamente enraizada en esta primaria civilización desde los nefastos tiempos de su salvaje independencia. Fuego, impudor y bestial instinto visceral como impulso vital de tribu.
Desde el pasado 24 de abril ha continuado el Bwa Kale por parte de hordas indignadas embestidas en paramilitarismo. Se estima ya en más de 100 linchamientos con está horrenda práctica. Todo lo inimaginable del oscuro infierno es posible hoy en las calles de Haití. Niños, madres desesperadas alzan sus miradas taciturnos a los cielos. Enfrentan una crisis sin precedentes. Lacerados por un poderoso sufrimiento de estar inmersos en una Somalia caribeña como maldición extrema que crece y crece. La indiferencia internacional es producto de la disrupción y fragilidad actual de la arquitectura mundial, convertidas en entelequias burocráticas inservibles. Haití con sus élites empresariales, políticas, religiosas junto a su pueblo son los verdaderos responsables. Pero el no hacer nada de la comunidad internacional es un profundo síntoma del mundo actual. Causa de la anarquía y la relatividad de los valores del Homo Sapiens actual. Producto inequívoco de las hoy desfasadas instituciones y arquitectura global, incapaz de hecho de ser útil y, servir para la solución de los retos actuales de toda la humanidad. ¿Tanta decadencia producirá un nuevo renacimiento o la desaparición final?