Chorreaba sudor al despertar. Jacques Le Bon había sido víctima de un sueño de pesadillas con oscuras bandas criminales. Estás desde aquél lúdico imaginario cruzaban la frontera y aplicaban un código Hispaniola criminal en toda la isla. Un sentir desolador y de terror le acompañó al abrir sus ojos a Jacques Le Bon. Recordar los últimos acontecimientos del caso Zambabrecht le provocaron volver a cerrar sus ojos. Que difícil suspiraba. El mayor deterioro de la imagen policial junto a las declaraciones del procónsul imperial justo en estos momentos de tanta incertidumbre en la isla le manifestaban vacíos de terror. Nuestras Fuerzas Armadas y la Policía Nacional como garantes del orden público y la paz social, son más necesarias que nunca desde su cohesión y deber patrio ante la nación sentenciaba Jacques.
Apesadumbrado se paró. Fue a cepillarse los dientes con fruición. Repetía un mantra de Sidharta Gautama que le fue restableciendo la paz y la serenidad. Fue a desayunar. Le esperaba un pequeño plato de frutas con un puño de nueces, un huevo pasado por agua 6 minutos, tostada y café con leche. La primera plana de los periódicos le recordaban la pesadilla. El "bendito" secuestro de 17 blanquitos ciudadanos imperiales provocaba. Las declaraciones de Antony Blinken producían esperanza. A pesar de la aparente política no militar de Biden y su dejadez ante el fallido Haití. Estos secuestros cuasi obligaban el involucramiento imperial desde el departamento de estado en el desmadre de Haití. Dijo Blinken a propósito de sus conciudadanos secuestrados: "El secuestro de 16 misioneros estadounidenses y un canadiense en Haití refleja que la situación de seguridad en ese país es insostenible y se trata de un problema mucho más amplio". -Carajo hace rato Mr. Blinken- repetía en voz alta Jacques Le Bon. El viaje del presidente de RD a Panamá, a propósito al igual que la noticia anterior en primera plana, era también esperanza. Jacques saludaba los esfuerzos diplomáticos de la Troika creada en la reciente reunión de Naciones Unidas. Aplaudía la estratégica decisión de la cancillería de RD al unirse a Panamá y Costa Rica en esta cruzada vital. La declaración de la Troika se esparcía por el techo como un canto de fe, fortaleza y esperanza: "El propósito de los mandatarios es promover el crecimiento económico a través de un relanzamiento de vínculos comerciales, demográficos y culturales entre los países de la región. Sobre la base de la defensa de sociedades abiertas, el derecho internacional y un paradigma de desarrollo verde, justo, sostenible e inclusivo." La reunión de hoy de jefes de estado en el palacio presidencial Las Garzas, situado en el casco antiguo de la capital y frente a la Bahía de Panamá, busca soluciones concretas y sostenibles a la crisis de Haití y el creciente flujo de migrantes ilegales.
Como parte de un todo Jacques Le Bon continuaba leyendo la prensa. Al llegar al Lístin jadeaba con deseos junto al artículo del economista Despradel sobre la necesaria revisión imperial en su política en la Cuenca del Caribe. Dispersas notas de prensa pero parte de un todo como detonante regional. Las palabras del presidente del Conep Brache, a propósito del momentun de reforma fiscal, eran una clarinada: "El mayor tesoro que hemos tenido en las últimas décadas es la estabilidad política y social. Esa estabilidad ha sido el pilar sobre el que hemos construido todo lo demás y el bien último que no podemos perder." Proseguía el empresario y resaltaba la Cultura Naranja. Esa que promueve la cultura, la creatividad y también la identidad. Al concluir las lecturas y el final de su desayuno un rompecabezas de posibilidades se le reveló a Jacques Le Bon. La pandemia como metamorfosis desnuda la realidad regional. Tiempos trascendentales. De cambios para bien, o para mal suspiraba Jacques.