Era Octubre, con la majestad de un verde intenso de monte por todo el principado. El aroma a bosque en cada pisada. El perfume generoso de hojas otoñales esparcidas por las frondosas aceras acariciaban todo el firmamento. La señorial Oviedo refrescaba el alma y el espíritu con su elegante donaire. Anselmo Paulino Roncones pernoctaba en el Hotel Ciudad de Oviedo. Próximo a la catedral de Oviedo en el casco antiguo y peatonal. Solo y taciturno balbuceaba en sus entrañas las motivaciones de este viaje consigo mismo por las tierras de Pelayo. Ocio reflexivo, placer gastronómico y acervo cultural le motorizaban como cura del deseo.
Hacia las 8:30am Anselmo Paulino Roncones bajo al lobby del Hotel. Con su abrigo, bufanda y sombrero Panamá Anselmo incrustaba su bastón en las alfombras rumbo a la salida y se despedía de Mary Angeles, exquisita gerente del Ciudad de Oviedo. Ella, que era oventense, con mucho garbo le susurró: hermoso día caballero. Anselmo Paulino Roncones en una estampa de paz con serenidad subió toda la cuesta de la Gascona, el bulevar de la Sidra. Al final dobló a la derecha en la calle Jovellanos rumbo a la emblemática Camilo de Blas. Esta confitería fundada en 1914 eran los creadores del afamado Carbayón. Al llegar su turno Anselmo Paulino Roncones pidió un Carbayón, un milhojas de frambuesas y un café con nata para desayunar. Satisfecho e impregnado de la mística de la excelsa confitería Anselmo inicio los pasos con alegría a la estación de autobuses de Alsa. Su destino de hoy era el pintoresco pueblo de pescadores patrimonio de la humanidad: Cudillero.
Unos 45 minutos después ya Anselmo Paulino Roncones estaba en su asiento del Alsa hojeando una guía sobre Cudillero. El autobús partía en unos minutos. Cudillero tenia una población de unos 6 mil habitantes. Con una elevación de unos 785 metros y una superficie de unos 100 kilómetros cuadrados. Este concejo, parroquia y localidad de la comunidad autónoma del Principado de Asturias limita al oeste con Valdés, al sur con Salas y Pravia y al este con Muros del Nalón y Pravia de nuevo. Según la filología asturiana el origen de la palabra Cudillero significa lugar codiciable por su calidad, hermoso, atrayente y tranquilo. Cudillero es uno de los pueblos más bonitos de Asturias. Sus miradores, sus casas multicolores, su puerto y sus especialidades culinarias hacen que esta preciosa villa marinera sea el destino perfecto para una escapada. Ya el autobús en marcha Anselmo Paulino Roncones se deleitaba con la lectura y los hermosos paisajes del principado.
Al llegar al destino Anselmo Paulino Roncones inicio sus caminatas por todo Cudillero. En cada paso se impregnaba de todo el acervo cultural de aquella pintoresca y hermosa villa de pescadores. Su estampa con frutos marinos, sus embarcaciones, las tristes redes de los pescadores y el poder del batido aromático del Cantábrico. Sus callejones con pisadas de historia milenaria. Sus cromáticos colores en toda la arquitectura. Su elegante posición geográfica cautivaba a todos los visitantes con una paz y confortable ternura. Camino arriba y hacia abajo. Luego de conversar con varios de los autóctonos de aquella generosa villa. Tras comprar varias curiosidades como un hermoso Astrolabio decidió ir a almorzar. Eran ya la 1:15pm y su ticket de retorno en el Alsa a Oviedo era a las 4:00pm.
Ya en el Restaurant Cabo Vidío se sentó a la mesa. Pidió la carta y una botella de agua con gas. Con apetito y toda la boca humedecida Anselmo Paulino Roncones le dijo al camarero: soy periodista culinario para la revista Los trópicos encantados. Voy hacer un reportaje de su restaurante, y deseo hacer una degustación a 6 tiempos en este orden por favor: Salpicón de bogavante y rape, croquetas de jamón ibérico, pastel suave de Centollo, anchoas del Cantábrico, Ventresca de bonito al horno y Calamares de Cudillero en su tinta. Uno por uno como versos ejemplares fueron desfilando por la mesa cada porción. Cada entrega culinaria era bálsamo excelso de los dioses del sabor. Anselmo Paulino Roncones suspiraba y tomaba apuntes con un aura de gozo y felicidad. Complacido, las tenues brisas del Cantábrico frotaban sus pómulos ya rosáceos de esplendor.