El hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto a cadenas. Sentenció Jean Jacques Rousseau en su gran libro El Contrato Social. Publicado en 1762 sobre filosofía, política, libertad y la igualdad de los hombres. Obra cumbre junto al Emilio, del insigne humanista ginebrino. La cual fue de gran influencia en nuestros predios, a propósito del natalicio del Prócer, por la gran transformación ejercida en la personalidad de Juan Pablo Duarte Díez y su consecuente formación de ideas y pensamiento político. Escenario místico para la creación del ideal libertario, y la conformación de las sociedades La Trinitaria, la Filantrópica y la Dramática.
Es difícil aceptar que el obrero de hoy, sobrevive con menos calidad de vida que el siervo feudal. La exposición estresante de inseguridad, miedo y panorama incierto carcome la esperanza. Atrofia el sueño aterciopelado de que la vida es buena y sabrosa. Los límites de lo posible en las cosas morales son más estrechos de lo que pensamos; nuestras debilidades, nuestros vicios, nuestros prejuicios son los que restringen. La resolución de los asuntos se vuelve mas lenta a medida que se encarga de ellos mayor número de personas. De burocracia y dispendio sabemos mucho en estos trópicos encantados. Al leer las declaraciones del flamante y lujoso gobernador del Banco Central me vino a la mente Rousseau. El Contrato Social.
Ese contrato social tan frágil en estos tiempos a nivel global. Donde se habla de impuestos a la gran riqueza, esa que el 2% de la humanidad posee el 65% de todas las riquezas. Impuestos a las grandes corporaciones como Google, Amazon para tributar en pos de un salario global. Un salario a todo ser humano que habite en la fas de la tierra en procura de derramar y distribuir. Países de avanzada y altamente industrializados como los nórdicos han hecho ensayos al respecto. Una especie de vuelta a la servidumbre feudal, donde el salario real, más que el metálico determina los accesos y calidad de vida.
El gobernador criollo, timonel y mago de la economía plantea la necesidad de subir los salarios en el sector privado. Un dedo acusador, cual Almirante en el parque Colón, a que el sector privado, ogro agiotista, no contribuye al derrame de la economía. Vibrante por demás. Y probablemente el sesudo gobernador tendrá razón, y mucha. Pero solo ver una cara de la moneda no es honesto. El salario que vale es el real. Y el real ante un estado que no juega su rol, proporciona escasamente, da populista y mediocremente, gasta y dilapida es la cuestión. Cual es el costo para el sector privado, parte de su estructura de gastos, las cosas que debería proporcionar el estado. Cual es el costo para las familias en todos los asuntos y servicios esenciales que debería suplir el estado, pero cada quien debe resolver de manera privada, en un real sálvese quien pueda.
El famoso 4% para la educación es un símbolo. Cual a sido la realidad. El verdadero beneficio para la sociedad cuando evaluamos la relación calidad- beneficio contra gasto- dispendio. A donde han ido a parar esas astronómicas sumas invertidas por el ministerio de Educación en terrenos, construcciones, desayunos y ayunos. Útiles y no tan útiles. Cual es la relación de negocios de todos esos suplidores con la corporación-politburó- peste púrpura y su consecuente esencia del mal corrupción e impunidad. Lo mucho hasta dios lo ve. Jugar a la ignorancia con el endeble contrato social es peligroso. Tiempos son de que RD de los pasos. Tome el toro por los cuernos y destierre el populismo, la vaca nacional como escalera en la pirámide social. El chabacanismo y la hamaca proverbial. Desarrollemos las lineas macro de la patria soñada por Duarte. Concluyamos su proyecto político de nación próspera, democrática, abierta al mundo libre y soberana. Brillemos en la hermosa convivencia con dirigentes con más clase y calidad humana. Las grandes mayorías lo claman y merecen; hermoso es el riesgo.