In Reflexión

SISMOS DE NÁUSEAS

En esta imperfección de la existencia. Sorbos de un aromático café Monte Real acariciaba mi paladar en una mañana cualquiera. De repente un quiebre inusitado de la calma se revela. Un temblor de 5.1 en la escala de Richter sacude la tierra. Me quedé paralizado en una nauseabunda espera. Toda la exhibición en las oficinas a mis espaldas brincaba, se revolcaba llena de vida y coraje. Al filo de la navaja fotografías de familia y seres queridos surcaban mi hipotálamo. Luego de breves segundos; la calma. La realidad tectónica y la factibilidad de un desastre de magnitud en la dolorosa posibilidad de la isla. Entre fallas y antiguos hundimientos asoma mi conciencia. El recuerdo de nuestros vecinos de Haití me punzaba el estómago.

Nada paso. No hubo victimas humanas ni grandes pérdidas. Al otro día la prensa matutina reportaba que solo algunas escuelas de las nuevas, en la región este donde fue el epicentro, tuvieron problemas estructurales de magnitud. Una bruma hedionda, una peste púrpura trastocó el sabor a gloria de mi tostada: Untada de generosa mantequilla danesa, repleta de miel, nueces y almendras. Un sinsabor a complacencia, simplicidad, contubernio del parte periodístico me robo la magia del momento.

El 4% para Educación enseñoreaba sus paños menores. El let motiv de la gran realidad del uso de estos cuantiosos fondos. Millares de preguntas tontas disparaban mi atención junto al sabio de Iñigo en mi mente: Quien supervisó estas obras, se comprobó si cumplía con la normas establecidas, quienes fueron los constructores, quienes dieron el ok en los organismos correspondientes, se tasaron sus valores, se comprobó la calidad de los materiales y componentes, lo peor sabían serian habitadas por niños, el futuro de la patria. Un sorbo de jugo de naranja agrió mi paladar. Un dejo asqueroso a corporación morada se esparció.

Como flashes y bocinas a la vieja usanza de campaña de Joseph Goebbels, se proyectaba esta película con olor a politburó y sabor a dictadura perfecta. Aquella ilusión de progreso, bienestar y el gran PIB tan cacareado se esfumaba ante lo real. Seguir o no seguir leyendo la prensa era la cuestión. La verdad, el alma de la actual clase dirigente, el stablishment criollo en toda su podredumbre me posó en una pesimista nube negra. Ahh Moscoso suspiraba.

Como gotas de rocío oscuras, en un pesar existencialista me invadieron las palabras de Jean-Paul Sartre en La náusea: Se qué nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tu sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera…Hasta hay un momento, al principio mismo, en que es preciso saltar un precipicio, si uno reflexiona, no lo hace…Sé que nunca más saltaré. La existencia no es algo que se deje pensar de lejos. Es preciso que nos invada bruscamente, que pese sobre nuestro corazón tanto como una gran bestia inmóvil. Si no, no hay absolutamente nada. Utopía fragmentada, sueño o inmutable pesadilla. Realidad 49% se quiere ir. Ya dijo Stiglitz, más allá del PIB, el bienestar.

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