In Cultura

FREDERIC CHOPIN

"La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla."

Hermann Hesse

Frederic Chopin nació en Polonia en 1810. El "Cogito de Varsovia", pianista y compositor de altos vuelos, creador de un estilo intrínsecamente poético, de un lirismo refinado y sutil. Sus notas sagradas son bálsamos para el alma, la descarga de sus partituras un portento que penetra las entrañas, secuestrando el alma y el corazón con su infinita belleza, sacudiendo la conciencia de forma extasiada llevándonos a beber junto a los dioses el cáliz eterno de la belleza, a rimar en el sublime espacio de su piano, el amor y los cielos creativos de sus preciosas composiciones.

Niño prodigio desde los 6 años, frecuenta los salones de la aristocracia y burguesía polaca, amantes de la música culta. El fracaso de la revolución polaca en 1830 contra el poder ruso provocó su exilio en París; al poco tiempo todo su talento y genio creativo se esparció como perfume glamoroso por todo el París cultural, sus finos amores con el piano y la belleza y encanto de sus creaciones se robaron todos los corazones de la ciudad luz. Como todos los grandes portadores de la genialidad y la grandeza artística, su partida y paso terrenal fue rápida, a los 37 años muere víctima de la tuberculosis el "Cogito de Varsovia", su corazón descansa reposado en alcohol en un pedestal en la catedral de su amada Varsovia.

Hoy, muchos años después, en un lunes apacible rememoramos su romanticismo, su genio creativo, escuchamos una y otra vez sus grandes composiciones… En el zumbido de un aire acondicionado, leyendo las exquisitas memorias "En la era Global" (primer tomo) del prolífero Bernardo Vega, con un olor a sándalo objetivamente esparcido, escuchamos sus 19 nocturnas, finamente interpretadas por su mejor intérprete, el inmenso Arthur Rubenstein. Una profunda melancolía se apoderó de nuestro ser, el espíritu, el poder del romanticismo de su partitura, hicieron presencia; la genialidad, como reafirma Chopin, entra suave, sublime, fluye como río, canta y traspasa los recónditos del alma…

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