Las manifestaciones eran un enjambre, una metáfora de ficción gótica de terror. Los Ángeles, New York, Tenesse, Virginia, Texas, Las Vegas marchaban indignados con pancartas de No Rey. Recelaban de las claras manifestaciones de autoritarismo, y el quiebre burdo del templo de las libertadas públicas del gran imperio del Norte. El excepcionalismo estadounidense hacía aguas, junto al otrora espíritu de grandeza progresista del wilsonismo para la especie. Sin dioses homogéneos. Sin verdaderas y efectivas instituciones supranacionales, el mundo era caos y anarquía. La guerra en Ucrania. En Irán e Israel. El genocidio en Gaza. Una distopía. Un Orden Mundial ya resquebrajado, en busca de obsoletos sistemas geopolíticos de esferas de influencia.
Distopía repetía Jacques le Bon recordando al célebre filósofo británico John Stuart Mill. Serían las 6:40am, Jacques le Bon desayunaba y leía la prensa matutina. Hace días los cielos del Serrallés eran grises y tristes como los tiempos. El polvo del Sahara, junto a las nuevas y breves furiosas lluvias eran símbolo. Formas de las disrupciones ecológicas globales. Apesadumbrado con el sentir de la prensa, Jacques le Bon desayunaba tostas de pan portugués con tomate guayado aderezado con oliva, y generosas lascas de jamón ibérico de Bellota. Saboreaba cada bocado como si en cualquier momento no volviera la posibilidad de esa experiencia, en un sentir inconsciente de finitud global.
Jacques le Bon continuaba pasando páginas físicas y electrónicas. Ojeaba virtualmente el New York Times. De repente se detuvo en un maravilloso regalo espiritual. Como Henry James daba una vuelta de tuerca. Ni la hegemonía de China, ni la cofradía geopolítica de su G2 con Rusia. Tampoco el Mesías Patriota Redentor Globalista asomaba a sus pensamientos. Leía y ya sonreía Jacques le Bon. El concierto de la filarmónica de New York en Central Park era un lujo en medio de las tinieblas. Un preludio de los cambios en la FIL. Se espera para octubre asuma como nuevo director de la filarmónica de New York el talentoso Gustavo Dudamel. Soñaba Jacques le Bon allí junto al aroma del césped del gran parque newyorquino y la majestad del concierto. Extasiado, continúo hurgando en la tablet y dio con la reseña de Gustaca (Música venezolana sin fronteras):
"Jorge Glem tocó la Odisea: Concierto para cuatro y orquesta, de Gonzalo Grau, en el Central Park de Nueva York junto a Gustavo Dudamel y la Filarmónica de la gran ciudad, primero en el Central Park y después en otras locaciones de la metrópolis, en una serie de recitales que comenzó el 4 de junio.
La obra de Grau sonó, junto a las Tchaikovsky y Stravinsky, el miércoles 4 de junio en Central Park, el jueves 5 en el Van Cortlandt Park del Bronx y el viernes 6 en el Prospect Park de Brooklyn, hasta cerrar, el sábado 7 —y cubrir todo el mapa neoyorquino—, en el Cunningham Park de Queens.
«Es un sueño —dijo Glem en vísperas del anuncio; como siempre, recordando a todos los maestros, cultores y entusiastas que han labrado el camino para que el cuatro se convierte en lo que es hoy— Es un momento importantísimo para nuestro instrumento y para la música venezolana».
En esta serie de espectáculos, iniciativa que procura llevar la música orquestal a espacios al aire libre, participarán el gran trompetista de origen cubano, Arturo Sandoval, y curiosamente, el exjardinero central de los New York Yankees y guitarrista puertorriqueño, Bernie Williams.
Dudamel, flamante batuta de la New York Philharmonic, la orquesta sinfónica más prestigiosa de Estados Unidos, incluyó la obra de Grau estrenada por él mismo y por Glem junto a la Filarmónica de Los Ángeles en una cita histórica para la música venezolana que tuvo lugar el 28 de julio de 2022 en el mítico Hollywood Bowl de California.
La Odisea para cuatro y orquesta es una pieza en la que Gonzalo Grau quiso pintar el mapa nacional y, al mismo tiempo, escenificar el viaje del cumanés Jorge Glem hasta el hogar del barquisimetano Dudamel. El periplo comienza con una malagueña con aire sucrense, pero desde el principio asoma los ecos distantes del golpe larense, que cada vez se van a haciendo más presentes. La balanza se va invirtiendo a medida que el cuatro pasa por otras manifestaciones y ritmos de la geografía venezolana. No se conforma con los géneros más populares del país, como el joropo y el merengue caraqueño —que por supuesto están presentes—, sino que recoge jotas y polos y se deja llevar por la quichimba, el culoepuya, el quitiplás y otros elementos afrovenezolanos, en los que el cuatrista exhibe aún más su destreza como percusionista.
Glem, quien recientemente actuó en el Festival Joropo al Parque en Bogotá, Colombia, en medio de la celebración de los 20 años del ensamble que integra, C4 Trío, recibió la invitación de la Filarmónica de Nueva York justo tras el acto en el que obtuvo oficialmente la ciudadanía estadounidense.
Lo que ocurrió en el Central Park y el resto de las locaciones neoyorquinas entre el 4 y el 7 de junio fue un paso grande de Glem en la misión que se trazó desde que comenzó a tocar profesionalmente: hacer del cuatro venezolano un instrumento universal.
Además del gran recital con la Filarmónica de Los Ángeles, en el pasado Dudamel y Glem han hecho otras presentaciones con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar e incluso un par de giras. También actuaron juntos, acompañando a Calle 13, en una ceremonia de los Latin Grammys.
No se trata de la primera obra para cuatro y orquesta. En Venezuela se han estrenado conciertos de esas características de los creadores Orlando Cardozo y Leonardo Lozano, así como una pieza titulada Oleajes, de Juan Carlos Sanz. Y el 24 de abril del mismo 2022, en suelo europeo, específicamente en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia (España), el cuatrista Leo Rondón estrenó su Concierto del Mar para Cuatro y su concierto junto a la Sinfónica de la región de Murcia. El director en esa ocasión fue el gran trompetista Pancho Flores."
Con la fe renovada y lleno de imaginación, Jacques le Bon saboreaba con profundidad. Los dones del espíritu se manifestaban ya, y segregaban con magia la posibilidad de mundos paralelos imaginados de forma vívida. Lo virtuoso y verdadero de la colaboración planetaria se conjugaban en el gran parque de la ciudad financiera global. La riqueza de Occidente desde la libertad, la apertura con la oportunidad que llevan a la cima el talento. El espíritu indomable de las verdaderas grandes mayorías como portadores del genuino sentimiento del excepcionalismo estadounidense en sus entrañas.
La guerra y la paz como almas gemelas contrapuestas. El miedo y la furia de los grandes cambios de la revolución industrial-tecnológica- cognitiva 4.0. Jacques le Bon concluía con sorbos a su medio vaso de jugo de naranja. Como el 1984 de Orwell, pasará esta renovada pesadilla grotesca del 2025 sentenciaba. Tal como decía LA PHIL sobre la cuarta sinfonía de Tchaikovsky interpretada por su ya nuevo director Gustavo Dudamel en el concierto: "El patetismo omnipresente y las emociones tempestuosas que gotean desde la primera hasta la última nota de la Sinfonía No. 4 de Tchaikovsky son el resultado de la confluencia de eventos personales y la conciencia subjetiva del compositor del poder del destino en la determinación del destino de una persona. Las múltiples tensiones de esta confluencia comenzaron a fusionarse a finales de 1876 cuando Tchaikovsky tuvo sus primeros contactos con Nadezhda von Meck, una viuda rica que estaba muy enamorada de su música. Nunca se conocieron, pero la correspondencia que siguió definió su relación. La profundidad emocional de su correspondencia, en la que Tchaikovsky compartía sus pensamientos creativos y personales más íntimos, era satisfactoria para ambos: una relación segura y no física."