In Cultura

LA VOZ EN DUBÁI

A pesar del profuso olor a beduinos del desierto, Dubái es un cosmopolita emiratos de negocios. Una efervescencia de cemento y brillo. Una alegoría al lujo y al desenfrenado consumismo. Papeleta mato a menudo, en el mal gusto de los excesos. Tras siglos como sociedad en el arte del comercio de perlas, eran una economía de subsistencia. El sitial de la energía desde las primeras cinco décadas del siglo XX y el consecuente boom petrolero reventó las arcas de la monarquía de petro-dólares. La dinastía Al-Martum pasó de ser belvederes, administrar camellos, arena y miserias, a manejar miles y miles de millones de Dólares. Mas allá de una visión de estado progresista, la gran realidad cultural es una poderosa influencia del Islam, de la sociedad árabe y beduina. Lo cual queda reflejado en las normas de etiqueta y vestimenta, la literatura, la gastronomía y el arte.

Tomás López Ramonel poeta, periodista, fotógrafo, ensayista y alumno espiritual llegó el 14 de Mayo. El concurso de "Poesía Beduina" 2017, organizado por el Emirato le hizo una invitación a la revista "La voz del Trópico". En su persona como representante y director de la misma, para ser jurado y cubrir el magno evento para estas tierras del Caribe. El mismo seria encabezado por el Jeque Mohamed bin Rashid Al-Martum. Coincidía con la puesta en circulación del libro recopilatorio de poesías del Jeque: "Poems from the desert". La invitación era por todo lo alto, como suelen ser los excesos árabes propios del poco esfuerzo y dinero fácil. La fiesta de la poesía empezaba el día 15. Al llegar un Bugatti le esperaba para llevarle al hotel Burj Khalifa. Todo el camino fue una reflexión. Un antes y después en estas tierras antes inhóspitas y hoy sembradas de desarrollo, visión, excesos y la gran realidad de este mundo. Poderoso caballero don dinero mascullaba Tomás recordando los versos de Quevedo. Al llegar al hotel le impresionó la recepción, las luces, el lujo, el derroche en toda la magnificencia.

Al montar en el ascensor para subir al piso 17 de su habitación una hermosa mujer se le presenta. Soy Sherezade Antman Zamán, por instrucciones del Jeque seré su edecán durante su visita. Soy poeta, periodista, fotógrafa y escritora al igual que usted. Cualquier inquietud sobre el certamen, nuestra cultura u requerimiento durante su visita estoy para servirle. Tomás suspiraba, un frio y mariposas en el estomago hicieron presencia. Un sabor a dátiles, con nueces y miel humedecieron sus papilas, circularon por todo su torrente como ráfagas dulces y repletas de temblor. Una hermosa cabellera negra azabache, un cuerpo de beduina frágil y húmeda, los labios carnosos y aterciopelados como un confortable sofá rojo. Sherezade era hermosa, segura de si misma. Con olor a lavanda y una pléyade de lirios blancos suaves, eternos hablaban de su belleza y alma derramada. Sus ojos con brillo y mucha luz eran un torrente, un clamor a besos, caricias para toda la noche. Luego del trance, Tomás con una leve sonrisa, como quien cabalga en la nubes le susurró; gracias Sherezade por su amabilidad. Descansaré y le espero mañana temprano para el evento.

La poesía beduina(Nabati) es la que prevalece en Dubái en la actualidad. Ha adquirido tanta popularidad debido a las obras poéticas redactadas por el jeque. En cierto sentido, piensa Tomás al leer y recordar todo el material, es una política de estado. De unidad árabe, del poder de la unificación en torno a la cultura y el Islam. Recordó unos versos del Jeque:" Toma la sabiduría de los sabios, no todo el que cabalga un caballo es un jinete. Solo un hombre visionario es capaz de escribir en el agua. Los grandes aceptan grandes desafíos.". Al entrar al salón en el centro de convenciones ocupó su lugar. A su lado Sherezade radiante, toda de blanco transpiraba belleza, seguridad, contubernio, amabilidad. Los expositores uno por uno, en aquellas hermosas lenguas destilaban metáforas, prosas y cantos a sus desiertos, a su cultura, a sus miedos, a sus sueños, a su necesidad. Prosa en imágenes como La esfinge de las tragedias de Sófocles con carácter inmutable. Esta estrafalaria invitación a este exótico destino era un manjar. Un rugir de los dioses y azúcar para los oídos de Tomás. Extasiado con el derroche cultural, conservado en mieles encantadas por toda la atmósfera y la presencia imponente del Jeque; amo y señor de vidas y costumbres.

Al mediodía la pausa. El almuerzo era un banquete, una invitación a interminables coitos gastronómicos en cada bocado, en cada gesto repleto de sabores y olor a majestad. La fuerte influencia de la cocina libanesa se siente. Shawarma, Tahini, falafel y derroches de hummus preñaban todo el comedor. Dátiles acariciados por frutos secos al por mayor y detalle, el cordero aromático y el poder de las especies. Un créme brulée de leche de camello fue el sello. La cinta dorada del ágape, el deleite cultural de la mesa.

Al volver al salón todo el jurado debía deliberar. Pensé debe ser de las pocas decisiones colegiadas, donde no pesa la voz y voluntad del Jeque. La belleza era única de todos , el alma y el  dolor de miles de años de cabalgatas, la dureza de los desiertos. La falta de agua, la búsqueda y escasez constante estaban presentes en los poemas. Un canto general de una sociedad tribal y milenaria. De un estancamiento, a pesar del desarrollo frenados por versos y cantos escritos en piedra hace miles de años. La religiosidad, el temor, las leyes sagradas en todo el torrente en el ADN. La libertad y el libre albedrío en una tienda de campaña por los siglos de los siglos.

El jeque amablemente risueño, se dejo fotografiar junto al ya ganador. Humilde en apariencia, de mirada sabia y repleto de templanza saludo uno por uno al jurado e intercambio impresiones. Al llegar mi turno el hombre conocía la isla. Estaba al tanto de sus inversiones portuarias. Di las gracias por su amabilidad y hospitalidad. De retorno sentimientos de alegría y gozo laboral me embargaban. Muchas ideas mas allá del concurso me vinieron a la mente sobre esta experiencia. Un papiro virtual con millones de palabras se esparcieron para escribir mil y una noches. Cantos con majestad y el zumbido de tambores susurraban polvos con sabor a desierto de Arabia y toda la costa del Golfo Pérsico. Sharif y OToole como esencia de occidente me contaban sus versos desde una imaginaria joroba de Camello.

Share Tweet Pin It
Previous PostACEPTACÍON
Next PostLA VIÑA DE NABOTH