Oh Osorio, qué malditas fueron tus devastaciones. Oh España querida, qué desgracia tu feudalismo adulto, que impidió tu industrialización y promovió la Casa de Contratación de Sevilla, nefasta institución que monopolizó el comercio de las colonias frenando sus desarrollos. España infinito crisol de mezcolanza que trajiste todo… tus lágrimas, tus heroicidades, tú arrojo, tú locura, tus toros que embisten, t’u gallardía y alma marinera… Aquí estamos cientos de años después que Osorio salinó los territorios del norte, cientos de años después que Holanda, Inglaterra, Francia burlaron el cerco de Sevilla y visualizaron el potencial de las nuevas tierras americanas, como combustible fértil para impulsar su incipiente revolución industrial, y vender, piratear, contrabandear para colocar su producción excedente a estos "nuevos consumidores".
A pesar de la grandeza de Isabel la Católica, águila que surca los cielos de la Imperial España, no tenía la madre patria la estructura burguesa (dada la expulsión de los judíos) para comprender en su justa dimensión el tablero del nuevo orden global (Génesis de la Globalización) con la gran empresa de la conquista del nuevo mundo… Y aquí estamos cientos de años después compartiendo esta isla, localizada en el mismo trayecto del sol, con Haití, este engendro bestial y dantesco que siempre se ha cimentado en el abuso, explotación y la marcha de unos pocos sobre el lomo de las espaldas de manadas de millones de miserables, ignorados por la luz, olvidados por la bondad de la vida…
Los franceses, el tratado de Ryswick, la ocupación norteamericana, la mandarria de los Vincent y los Duvalier, la nueva ocupación norteamericana, el desmantelamiento de la única institución: el ejército; Aristide y su nuevo mesianismo vudú-catolicista; la ONU y su misión de paz; las ONG y sus burócratas de turno, ávidos estrategas del negocio de la pobreza; los Clinton y su prestigio global; Canadá y sus quebecuás fancy con la negritud insular (solo culturalmente y políticamente, porque de plata nada); y ahora el artista del Bello canto y el expresionismo del sincretismo afro-Caribe Martelly… Todos con la camarilla de siempre, los sospechosos habituales, la rainmakers del negocio "POBREZA-ONG-NEGROS-HAITI"; la reducida élite, la clase alta, los cuatro o cinco gatos que viven en la Florida y van tres días a Port-au-Prince a monitorear sus asuntos, su negocio de la pobreza, la explotación pura, la génesis de la plusvalía marxista…
Y aquí estamos cientos de años después entre el infierno en el oeste, y aquí en el deterioro y crecimiento de la miseria moral de una dominicanidad con pobreza, con el ingrediente básico, místico de nuestros males: "el calor"… "el clima", tal como nos apuntó el magistral sociólogo Dr. Moscoso Puello… cabalgando con este rocinante, Haití: África infinita, como si no bastaran nuestras propias miserias, como si no bastara la pobreza de nuestra propia clase dirigente… No… nos toca también el degüello de la realidad de un Estado fallido, unido a nosotros como un brazo o una pierna, incorporado como el alma al corazón, y asumir una gran cuota de este desastre que hace tantos siglos se dilucidó en los corrillos del poder de la vieja Europa…
Oh Dios… qué dura es la vida para luego morir… pido a mi poder Superior luz.. más Luz para ver más allá de este túnel tenebroso y construir con mi alma derramada futuro. Futuro para las generaciones por venir y las que se están desarrollando. Un hálito, un aire puro de grandeza que nos eleve allende en sus brazos, a construir y visualizar soluciones a este drama dantesco, a ser maestros para transformar esta realidad heredada, a ser partes de la solución, de una nueva patria, de un nuevo Haití, a fomentar una especie de Fideicomiso, para administrar Haití por 50 años…
Estar unidos en una isla nos obliga a ver y a empujar una solución común, pues aunque no somos Haití, sus nefastas consecuencias nos tocan, nos afectan, marcan rumbo. La verdad no es buena ni mala, lo que no tiene es remedio… ¿Qué vamos a hacer?