Villacon era un microcosmo. Una muestra universal de los trabajos y los días de la humanidad. El mítico sector florecía y, se contraía como los tiempos mundiales post pandemia. Diciembre no ha sido ajeno a esa dinámica. El ruido y la furia del movimiento comercial, con repentinas llegadas de la calma con aroma a una pausa proverbial, eran luz y oscuridad. Villacon era un laboratorio. Un punto como un Aleph, donde se manifiestan todos los sectores productivos como manantial de la energía monetaria de la vida nacional.
Los chinos también estaban ya en Villacon. La emblemática Duarte era una especie ya de su feudo. La ruta de la seda en RD florecía con dumping desde origen, mala calidad que tira precios creando una ilusión efímera de ahorro en el consumidor. Apoyo oficial total del Mandarín dinástico. Arancel especial en nuestras Aduanas donde le cobran por el envase (Contenedor) no por el contenido. Tan fácil hoy pensaba Jacques le Bon, con la enorme base de datos para homologar precios en posesión de las autoridades. La ruta de la Seda tiene un plan y una estrategia, como todo lo Chino. En cada pueblo. En cada barrio. En cada arteria de ciudad ya existe una tienda de chinos. Son parte de un todo. Un núcleo dinástico con toda su cultura y, contracultura.
Buenos pagadores si son mascullaba Jacques le Bon. Quien siendo distribuidor de lineas de cierta relevancia, habría tenido que entrar en venderles ya a algunos de ellos. Plazas donde ya la clientela les pedía cierta calidad y relación honesta con el precio. Diferente a la pésima calidad suelen importar. A diferencia de la migración Árabe de principios del siglo pasado, que fue criticada y vilipendiada por los comerciantes más bien rentistas de la época, que ejerció su comercio de forma novedosa con los buhoneros y el tema de los márgenes con la cultura fenicia. Barato con volumen. Aquellos hijos del Levante venían con pasaporte Turco Otomano, pero escapaban de forma aislada o familiar de un imperio decadente sin posibilidades de expandirse con sus súbditos a estos confines. Los chinos hoy es diferente. Una especie de mafia oscura sin claridad ni honestidad como mucho de lo chino. Una forma de departamento comercial global del partido que se desarrolla como política de estado. Como respuesta a la desglobalización para colocar su producción hoy a precio vil, mañana con el monopolio de las fábricas, y las rutas de la Seda con los mares, puertos, trenes, y caminos con sus arterias comerciales universales.
Tal como sentenció Hesíodo el trabajo es el destino universal del hombre, pero solo quien esté dispuesto a trabajar podrá con él. Jacques le Bon recordaba los poemas de Los Trabajos y Los Días de Hesíodo. Estos poemas salieron a la luz después que se habían escrito las epopeyas homéricas de los héroes en la Íliada y la Odisea, y el mismo Hesíodo habría puesto por escrito el mundo de los dioses en su Teoganía. Hesíodo hijo de un mercader ido a menos, fue un labrador de sol a sol en Ascra desde donde conquistó la libertad que provee la productividad, para ejercer el noble oficio de poeta desde los recónditos de su alma.
Chinos y Árabes vendrán. El trabajo junto a la disciplina de los hábitos persisten, cuando están forjados por el cáliz eterno de los principios y valores susurraba Jacques le Bon. Los cambios oficiales vendrán. La iniquidad desenmascarada siempre se derrumba. Los trabajos y los días imperan como el lucido constante martilleo. Los cambios como la vida misma. Los planes y la estrategia como eterna posibilidad del sello. Con Hesíodo repetía Jacques le Bon: ¡Pastores del campo, triste aprobo, vientos tan sólo! Sabremos decir muchas mentiras con apariencias de verdades; y sabremos cuando queremos proclamar la verdad. Jacques le Bon pensaba en los ciclos: La Montonera, Trujillo, los guardias de los doce años y sus acólitos del contrabando. Las exoneraciones o las exensiones con regímenes especiales o privilegios con aroma a zona franca de sectores sospechosos habituales. Aquella Anisia con su amante, como caricatura de los eternos volaos. Los Chinos de Malamud, Los rentistas nacionales de siempre de la vaca, como símbolo y aspiración nacional.
Por todo eso y más, la globalización es buena mascullaba Jacques le Bon. En cierto modo todo es lo mismo. Porque son los mismos. Hay que estar dispuestos a la mejora constante. Recordaba, que en su sector desde Cocco prácticamente existía total transparencia con excepción de los chinos de la dinastía del Mandarín Xi. Los tratados globales con todo el libre comercio desde lo universal, eran más garantía que tristes pequeñas autoridades caribeñas. Como dijo Hesíodo: Estos días son de gran utilidad para los que habitan sobre la tierra; los demás quedan en medio, indiferentes, sin aportar nada. Cada uno aconseja uno diferente y pocos conocen su verdadero sentido. Unas veces un día se comporta como madrastra y otras como madre.