ZONA COLONIAL
"Este viento que llega desde España, sin quijote, sin uvas, sin molinos…"
Juan Sánchez Lamouth
Tus calles empedradas pobladas de recuerdos y toda la historia nacional, tus monumentos patrimonio de la humanidad, para desmentir nuestra pequeñez y recordar nuestro puerto de partida, el punto luminoso donde desembocaron las conquistas continentales y la premisa de la aldea global, el furor del oro y la plata, la permanente necesidad humana de someter y revivir los instintos imperiales y de poder. Tus fantasmas voladores que nos recuerdan el valor de cada piedra, el recuerdo espiritual de una necesidad de convivencia permanente, la construcción capítulo por capítulo del corpus nacional.
Mi niñez y mi vida han estado íntimamente ligadas a la zona; el magnetismo abrumador de su historia reflejada en arquitectura, el sabor y atracción de su energía urbanística han secuestrado nuestros sueños y la profunda fascinación por el acontecer, la inquietud por revivir y auscultar las almas y pasiones que fueron sujetos en el devenir de los acontecimientos; el gozo del viaje in situ de recrear y volar al pasado desde las fotografías de nuestras miradas junto a la máquina del tiempo, y recrear las lecturas en un paseo cósmico por sus callejones adoquinados…
Recordar es volver a vivir: mis paseos de la mano de mi abuelo por la calle El Conde degustando una tierna barquilla de uva de playa de Los Imperiales, sentir la porosidad mágica de la majestuosa iglesia Las Mercedes con un suculento jalao de María la turca; la magia de mis primeros contactos con las valiosas ediciones de libros en el Instituto del Libro en la Noel, los quesos pueblerinos llenos de frescura y sabor a hateros del este en Valera, con sus dulces de leche seibanos de Tula, el Santa Claus de La Margarita que aminoraba mi permanente duda y me permitía acariciar los hielos del polo norte; las conversaciones en el bufete Sepúlveda, que visitaba junto a mi abuelo, y que despertaran mi curiosidad temprana por el acontecer nacional; mis primeros contactos con la erudición personificada en las conversaciones de la mano de mi padre en el parque Duarte, frente al convento de los dominicos, con el inolvidable Fray Vicente Rubio. La fascinación con Duarte jugando y explorando en mi amado parque Independencia, el sabor penetrante de la multicolor casata de Nevada, el estruendo aromático de la mantequilla en los panes de Goyita… la búsqueda temprana de la adultez viajando por playas continentales abrumado de etílico y cócteles místicos desde la ventana del Drake, con el imponente Alcázar de frente en la búsqueda de las respuestas espirituales de la existencia, en aquella composición generacional extraña junto a John Guilligan y León Bosch, pidiendo amor a las estrellas, llamando la linterna de Diógenes desde este Caribe insular…
Y vuelve hoy a mutar… con camino y propósito, lleno de responsabilidades y amor, te vuelvo a redescubrir, querida zona; hoy añoro el sueño de verte limpia y ordenada, en tu sitial como tesoro de nuestra esencia… te necesito.