In Reflexión

PLACER DESTRUCTIVO

Sufrir en el deleite de una consumación deseada. Ignorar consecuencias por la satisfacción del aquí y ahora. La gloria efímera de una caída libre repleta de color y el gozo hedonista de un eterno momento. Salto al vacío repleto de humana necesidad, condenación a una sospechosa condición humana con indeseado pero real final. La dualidad perenne, el péndulo entre el bien y el mal en una búsqueda de equilibrio místico, barroco y tan extraño. La caída, el morboso sabor de la tierra una y otra vez enseñorea la vedada perfección. La búsqueda del placer, como contrasentido al final. Ejercer el placer buscando el final de manera inconsciente y auto-destructiva. El desenfreno atrae. Carcome almas navegantes buscando luces y polvo de estrellas. Placer destructivo en el desequilibrio. En los excesos de un vacío interior que busca fuera. En el ego que acaricia pompas y cremas espesas para navegar en el efímero gozo mundanal.

El mundo y su excelsa maquinaria consumista no cesa. Requiere de autoconocimiento y entereza para surcar estas aguas procelosas y salir victorioso en busca de la sobriedad: ausencia de excesos. Hay algo con poder y magnetismo en busca de la gratificación. En la medida que nos adentramos en los caminos del auto-conocimiento. En la gloria de saborear aguas de los manantiales místicos de la sabiduría esencial, el placer muta. Sofística con componentes de extrema agudeza, con argumentos de forma sutil y poder de penetración. Olvidarse, entregar las riendas en busca de la sabiduría universal en todo, esencial. Adentrarse en el mundo de las paradojas con mente abierta, con alma dispuesta a los contrasentidos para la visión mundanal. Donde seguir y donde parar. Cual es la justa medida. Como acariciar el punto medio, hasta donde satisfacer en su justa medida y librarse del chillido poderoso del exceso. Respuestas muchas. Que solo en la búsqueda y el silencio florecen en el íntimo jardín de la conciencia: conocimiento del ser, su estado y sus actos.

Con el tema recuerdo a Rembrandt. Quien murió hace 350 años, y todo el mundo cultural le rinde hoy pleitesías. Dicen poetas de la época que falleció de tristeza. Un año después del fallecimiento de su hijo Titus en aquellos tiempos. Fue sepultado en una tumba alquilada y sin epitafio. Maestro por excelencia de la edad de oro holandesa quién rompió las reglas del arte hasta la época y se negó a idealizar. Príncipe hereje del arte, no eligió la Venus griega como su modelo, sino a una lavandera. En la miseria, olvidado y repleto de deudas. Un panorama oscuro bajo un manto de desolación. En el placer destructivo de una tristeza impuesta, gota a gota, en una paleta de colores de dolor y sufrimiento partió a aquel país que nadie retorna . Los siglos lo colocan, como a su par y también sufrido holandés Van Gogh, en el altar del Olimpo del pincel. Junto a la  gloria de los más famosos entre los famosos en la historia del arte. Ambos trataron de mostrar la verdad sin apegarse a las leyes. El placer destructivo de manera consciente e inconsciente, como antídoto ante un mundo sospechoso y cruel. Una vida sin posibilidad de entender, muros de incomprensión e intolerancia a sus genios. En el placer destructivo de no saber  vivir solo día por día. El placer también tiene sus dos caras. Como tú y como yo. Como el bien y el mal, el yin y el yan.

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