In Poesía

ROCA DE SANTO DOMINGO

Coincidía la Tierra Baldía de T.S. Eliot con el Ulises de Joyce en 1922. Los muertos no podían enterrar a sus muertos en total desolación. Europa destrozada tras la primera guerra mundial. Eliot trataba de encontrar trascendencia en un mundo que la perdió. En apenas cuarenta y tantas páginas Eliot recreaba los versos de Dante Aligheri. Refundaba la Divina Comedia desde su Tierra Baldía con sorbos del Santo Grial en pleno siglo XX. Poeta de la modernidad.

Crítico de altos vuelos. Digno rival de Harold Bloom y su Canon Occidental. Mientras, seducido por el lenguaje cotidiano de T.S Eliot, nuestro personaje Jacques le Bon inmortalizaba sus versos desde su voz, junto a unas Moscovitas de la confitería Rialto de Oviedo. La crocancia de las almendras trituradas, forradas en fino chocolate negro le era un orgasmo de evasión junto al recital. La tierra arrasada del oeste. Las pandillas merodeando las fronteras. Un 42% de la matrícula escolar habría abandonado por no poder conectar a la educación virtual. Los Tucanos como Odebrecht confesaban soborno, pero era a la nada. A la desolación de fantasmas inexistentes. Con los dedos humedecidos del tierno chocolate derretido de las Moscovitas Jacques le Bon cerró sus ojos. Como una Gaviota surcaba todo el litoral del Malecón en el mar Caribe. Las rocas de los arrecifes perfumadas por las espumas de las olas resplandecían.

Jacques recordaba el tiritar en su triciclo Fisher-Price al subir y bajar el Eugenio María de Hostos en su niñez. El anuncio en una valla del envío de nuevas poderosas armas de Occidente a Ucrania sacudieron el mitológico vuelo. No tocarán ni con el pétalo de una rosa la frontera Rusa decía el parte noticioso. Consternado, desde una pesadilla nuclear Jacques saboreaba la Tierra Baldía de T.S Eliot desde sus trópicos íntimos. Que quieres? preguntó Jacques a una voz imaginaria…..Quiero morir susurró la voz. Que busca Virgilio en estos predios se cuestionaba Jacques le Bon junto a las páginas del poeta Eliot. Haití tan cerca le producía escalofríos. La desolación de este mundo moderno le aterraba. Como el gran proyecto estético de Eliot, Jacques le Bon frotaba todo el litoral lleno de preguntas y clamando respuestas desde un raro porvenir. Inflación, caída de los mercados y la posibilidad de hambrunas. El cacareado buen manejo de la crisis junto a los múltiples subsidios asustaba ante la triste mala suerte de siempre perredeista. Será diferente afirmaba Jacques le Bon con nuestro timonel con raíces del Levante. El chirriar de nuestras monedas hechas collares por los hijos de Makandal en el Oeste competían, con el triste golpe de las espumas batidas de las olas al chocar en la roca de Santo Domingo…….

EL PRIMER CORO DE ROCA
Se cierne el águila en la cumbre del cielo,
El cazador y la jauría cumplen su círculo,
¡Oh revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
Trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
Conocimiento del habla, pero no del silencio;
Conocimiento de las palabras e ignorancia de la Palabra.
Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,
Toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,
Pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios.
Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
Nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.

T . S. Eliot

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