Matilde Kroos Beckenbauer suspiraba. El olor de la colonia le transportaba hacia el dulce recuerdo. En marzo del año pasado, le toco participar en la feria de biotecnología de la ciudad de Colonia. Allí conoció a Donosio Sánchez Lamouth, un Dominicano de La Vega, quien exponía sus productos biodegradables de coco tropical. Tras cinco días de feria, pasearon por toda la ciudad, visitaron todos los altares de la gastronomía, escucharon la música de Wagner en el hermoso escenario de la filarmonica, bajo la tutela de Gustav Von Karajan. En cada suspiro, venia el recuerdo de aquél beso, las caricias doradas de la brisa germana desde el Rin, en el puente Hohrnzollern, donde a golpes de acero Donosio la apretaba, y le besaba con ternura y sublime intensidad. Como un ascensor visual, como un globo que giraba por aquellos acontecimientos; recordaba vivamente el día que decidieron continuar la aventura y tomaron el tren a Berlín; a casa de Matilde. Aquella mañana húmeda y eternamente gratificante caminaban a la estación de trenes de la mano, con el tiritar de sus maletas por aquellos empedrados caminos que fueron caminos romanos. No podía Matilde dejar de mojarse la boca con el recuerdo, de aquel momento en el anden esperando el tren. La hermosa fotografía al abordar su litera, de primera clase y privada, con olor a Café y croissant de mantequilla. Le martillaba como fotografías vivas, al pasar por Hannover, como Donosio le quitó la ropa, le empujo con garbo y cariñosamente contra el suelo; e hicieron el amor con fuerza y temblor. Inolvidable aquella luz, como lienzo de Vermeer, deslizándose por toda su complacida desnudez. Con un applestrudell, Matilde y su soledad revivían, desde un Café Einstein, el recuerdo en un manjar de gozo y deleite. Como olvidar la magia, el poder sacar aquel beso de su niñez en el muro de la Alemania Oriental, entre Brezhnev y Honeker que le perseguia; como el comunismo lleno de mentira, control y manipulación. Y suplantarlo por aquél beso en Colonia; con Donosio Sánchez Lamouth, lleno de fuerza vital, razón de vivir, repleto de alegría y éxtasis. Recordar es vivir. Matilde traspaso la puerta de Brandenburgo, saboreaba el recuerdo místico en cada paso, en cada brisa de su paseo por los parques imperiales.