Casi siempre iba los fines de semana con su padre. Aquellos silencios recíprocos, desde los cristales de la inolvidable Peugeot por toda la avenida, rumbo a Casa de España le eran inolvidables. Como la compañía, por lo general, de la voz desde la radio del locutor de Radio Mil Informando que sintonizaba su padre rumbo al Club. Esta vez era un jueves. Por algún motivo que no recordaba, Jacques le Bon había quedado de juntarse allá en la casona de la avenida 30 de Mayo con un grupo de amigos. Al igual que él, hijos de inmigrantes, que habían hecho de la Casa una extensión …