Ir al parque era como viajar. Este pequeño bosque en medio de esta selva de cemento era como beber agua con sed. Un manantial de insospechados recursos, un microcosmo con dejo y sabor universal. Su verdor, el aroma junto a la crocancia visual de los troncos de sus árboles era un fulgurante impacto repleto de luz y sonido de libertad. Un oasis para sentirnos como lo que somos un elemento más de la creación y poder sobrellevar esta pesadilla de la peste. Comprender desde el corazón su mensaje subliminal de cambio para aceptar nuestra real fragilidad. Ya decía nuestro Pedro Henríquez Ureña solo la educación …









